El uso de la madera a lo largo de la Historia trae su origen en numerosas necesidades que fueron variando a lo largo de los siglos.
Los Montes de Cuenca, en los que están centradas estas líneas, siempre fueron ricos en pinos maderables, olmos, sabinas, encinas, etc. La madera fue una materia prima susceptible de ser utilizada con diversos fines: mitigar la pobreza, paliar el déficit de los ayuntamientos, uso en obras de puentes, casas o molinos, leña para calentar los hogares, para barcos del arsenal de Cartagena, las minas de Almadén o palacios reales en Madrid… Numerosos son los testimonios documentales que han llegado a nuestros días y que se conservan en el Archivo Histórico de Cuenca, sobre todo, a lo largo del siglo XIX.
La madera desligada, arrancada por los vientos huracanados fue abundante y el uso que se debía hacer de ella estaba muy controlado por los ayuntamientos. Cuando sucedían aquellas tempestades, se procedía a reconocer los montes y dehesas afectados, con el fin de contar los pinos u otros árboles arrancados, para así proceder a utilizarlos según las necesidades.
Los testimonios documentales elegidos para ilustrar estos hechos corresponden a los años 1854 y 1855. Así, en Cañada del Hoyo se subastaron 14 pinos y 23 cogollos derribados y torozados por el huracán de 8 de octubre de 1854.
En Campillos Paravientos se inició un expediente tras haber hallado 50 pinos arrancados por los vientos. Y en Salvacañete quedaron dañados los puentes debido a los temporales, y como era necesaria la madera para estas obras el ayuntamiento inició las gestiones necesarias, debido a que se pidió autorización para el uso de los pinos para el arreglo de los puentes. Igualmente fueron pinos arrancados por los huracanes en terrenos del común, custodiados por el guarda, todos necesarios para la composición de los puentes que hay en el término y que han quedado deteriorados a causa de los temporales.
Otro caso de daños en los puentes ocurrió en Monteagudo de las Salinas, en marzo de 1855, donde Sotera Herraiz que era dueña del molino harinero situado en la ribera del río Guadazaón, expuso que por efecto de la gran crecida del río en estos días, en lo que ha sufrido deterioro y un gran perjuicio el puente y presa, y aun al pueblo, y por lo que para evitarlo necesito rehacerlo.
Y para ello suplico se sirva conceder la corta de 8 pinos en dicho término, del largor y grueso correspondiente, qual necesita dicho reparo, haciéndolo con la brevedad más posible para el mejor servicio.
En febrero de 1855, el alcalde de Alcantud da cuenta de haberse cortado en la Dehesa común 6 pinos para la composición de puentes, por hallarse interceptados los caminos por las grandes avenidas de los tres ríos que atraviesan por este término y, por consiguiente, aislados de con los demás pueblos inmediatos.
En Landete, se tomó la decisión de subastar 132 pinos que los huracanes del 5 de abril desligaron en la dehesa del común, a cuyo remate acudió el guardamonte del Estado.
En marzo de 1854, en Beteta, el ayuntamiento también tomó la decisión de subastar los pinos volcados por los vientos en la Dehesa boyal, del Zaliquero y Palomar del común de vecinos. En total, se derribaron entre 150 y 200 pinos.
Si alguien era localizado usando la madera derribada sin permiso, se procedía a denunciarle, independientemente de los motivos alegados, que, normalmente, eran debidos a la necesidad que se padecía. Así ocurrió en Palomera y Cuenca cuando se encontró haciendo leña a los siguientes vecinos de la capital: Crisantos Culebras, Tiburcio Caro, Melitón Alarcón, Román Collado y Eusebio González. Lo hicieron por hallarse sin poder alimentar sus dilatadas familias…
Se les acusó de falta de respeto, amenazas y otros desmanes que se expresan: no obstante, no son méritos para privarlos de los destrales y se pide que se les devuelvan.
Un asunto de suma importancia fue la limpieza de los montes, que era un hecho recurrente con carácter anual, puesto que se evitaba la propagación de los incendios. Así, en Buenache de la Sierra, ese mismo año, el ayuntamiento ha acordado la venta de leñas muertas y desligadas, que además de ser necesario y conveniente de sacar y limpiar, evitaría los incendios que son tan frecuentes en esta estación, y que con su importe se podía cubrir alguna parte del déficit que resulta del presupuesto municipal.
¿Qué sucedía cuando un incendio se desataba? El ejemplo nos lo brinda el hecho ocurrido en Almodóvar del Pinar, en el verano de 1855:
A las cuatro de la tarde del 6 de julio tuve noticia que en el monte común de esta villa y sitio denominado la hoya de Valdemero se hallaba fuego.
Inmediatamente dispuse tocar las campanas, según costumbre en estos casos, y reunidos muchos hombres marchasen a dicho sitio, tanto para cortar el fuego cuanto para indagar y traerse, caso de ser habidos los autores.
Más de las 9 de la noche serían cuando se me presentó el regidor manifestando quedar cortado el incendio, mas, sin embargo, había dejado de observación a un guarda, caso de reproducirse dar parte inmediatamente, sin que haya podido descubrir al autor o autores del expresado incendio.
El transporte de la madera por los ríos con diferentes fines fue fundamental en la economía, ha quedado muy bien documentado. Así, Enrique Zanón, vecino de Requena, presentó instancia sobre el acopio de maderas hecho desde Cristinas abajo, unas 500 cargas para conducirlas por las aguas del Cabriel a Alcira y Cullera, con destino a las líneas del ferrocarril de Valencia y Alicante, y para que se le dé licencia de embarque.
Las enfermedades generaban gastos que los ayuntamientos no podían asumir. Así, la venta de pinos reportaba unos ingresos vitales en aquellos años de mediados del siglo XIX. Uno de los casos documentados ocurrió en Cañete, en el año 1855, cuando el ayuntamiento inició expediente solicitando la corta de 400 pinos a fin de atender con el producto de su venta a las necesidades ocasionadas por el cólera.
Esta epidemia también afectó a Beamud, comunicando el alcalde de este lugar que para pagar los derechos del facultativo que ha habido durante la enfermedad colérica y socorros a los pobres de solemnidad, para no grabar al vecindario, han acordado dirigirse a vuestra señoría para que dé su superior permiso para proceder a la venta de los despojos de travinos, que pertenecen al común de vecinos, en los parajes nominados Las Talayuelas y Fuente del Cuco, Ocecilla y hombría de Royo frío, cuyo desligado aprovecha para carbón.
La comisión reunida para este asunto dijo que las leñas cuya venta solicita el alcalde no tienen ningún valor y son necesarias para el consumo de los hogares por cuya razón entiende que de vuestra señoría denegar el permiso que solicita.
La Comisión opinaba que toda vez que el valor de las leñas no puede sufragar los gastos que se proponen cubrir, siendo además ostensible el perjuicio que se irrogaría al vecindario, privándole de combustible para sus hogares, que se sirva vuestra señoría desestimar la solicitud del alcalde.
En Cueva del Hierro y Masegosa, a la epidemia hubo que sumar un temporal que ocasionó numerosas pérdidas en las cosechas. En palabras del alcalde, se solicitó la corta de algunos pinos de la Dehesa de Molinillos, con objeto de socorrer la espantosa miseria que aqueja a sus vecinos, que a consecuencia de la horrible epidemia que ha invadido estos hogares, como el funesto temporal que ha evitado la escasa recolección de los escasos frutos, se encuentran hoy reducidos a la más espantosa miseria, sin esperanzas de remediar tantos males, por faltar recursos para la presente sementera, sumidos en la desesperación de ver perecer a sus familiares por falta de alimentos.
Ante tan calamitosa situación, se comunicó esto: Podrán cortar tres mil pinos en el monte Brezal, comunero y divisorio con el pueblo de Lagunaseca.
La descripción de la desdicha que se padeció en aquel año 1855 con la epidemia de cólera y otros males, quedó muy bien reflejada en Beteta, donde la solidaridad de los vecinos manifestada en el cuidado de los enfermos, los llevó a dejar desatendidas las cosechas:
El ayuntamiento, el cura párroco, los mayores contribuyentes y los vecinos todos exponen a vuestra señoría que el referido pueblo se haya en la mayor consternación por la gran miseria que le aflige, en términos que son muy pocos los vecinos que comen pan, en razón a que cuando se presentó la cruel enfermedad del cólera morbo tenían frutos que recoger y todo lo abandonaron, con objeto de ocuparse en proteger al desvalido y proporcionar socorros a los enfermos.
Que la recolección de cereales, por consiguiente, se hizo tarde y con muchas pérdidas, habiéndose perdido las mieses a consecuencia de las abundantes lluvias, las patatas y legumbres.
Que aquel vecindario va a ser víctima de la más espantosa miseria si vuestra señoría no tiende su mano protectora.
Por cuyas razones suplican se sirva autorizarles para vender, de plano y sin necesidad de sujetarles a trámites de expediente, los despojos del pinar que existe en la dehesa Palancar, correspondiente al común de vecinos.
Se pidió permiso para cortar y vender 8 mil pinos, pero por Real Orden no se autorizó.
Tampoco se autorizó en Tragacete, donde el ayuntamiento y la Junta Local de Sanidad, con el objeto de acordar arbitrios para los gastos extraordinarios ocurridos y que ocurran con motivos del cólera morbo asiático, estante en dicho pueblo, se pide vender en subasta pinos bastantes de los montes del común a producir la cantidad de 4 mil reales, a que calculan podrán ascender los expresados gastos.
A lo que se respondió que no puede verificarse la corta que solicitan.
Los hechos expuestos son una mínima muestra de la abundante información que se ha conservado en el Archivo Histórico de Cuenca. Además, en otros Archivos es posible, de igual modo, acceder a datos similares, que nos acercan a aquellos años, y nos permiten comprender mejor el desarrollo de una sociedad que sufrió años consecutivos de pobreza.
Por Mª de la Almudena Serrano Mota. Directora del Archivo Histórico de Cuenca