Este pasado viernes, a las veinte horas, fue presentada en el Teatro Auditorio ante una enorme expectación, en deseo y asistencia, la Semana Santa 2022 de nuestra ciudad.
No es necesario reafirmar el deseo que la comunidad nazarena conquense, la ciudad entera, manifiesta por volver a renacer en esa devoción que marca una tradición religiosa solemne, internacional y profunda en el sentimiento popular, como es nuestra Semana de Pasión, después de dos años ausentes por exigencia de una pandemia trágica y dolorosa.
Reconfortar el espíritu diría Fray Luis de León, nuestro gran poeta agustino belmonteño; renacer ante el Misterio más trágico en la vida de Cristo, diría nuestro pregonero, el periodista Antonio Pelayo, en sus palabras de presentación; o revivir la devoción nazarena, expresaría el presidente de la Junta de Cofradías Jorge Sánchez Albendea, cuando ofrecían su deseo de renacer ante el destino, volviendo a escuchar el ruido de tulipas y horquillas por las cuestas de Cuenca, el Miserere entre una atmósfera pasional henchida de dolor, pasión y sentimiento; el clamor silencioso de un pueblo ante sus Pasos, rutilantes y bellos, artísticos y sobrios, sin olvidar que la música de sus Bandas aviva la más solemne composición en esas calles, callejas y plazas de una ciudad histórica.
La Esperanza de volver, ansiada y profunda, llenó el amplio espacio de un Teatro Auditorio “José Luis Perales”, mientras se oían los acordes de la Banda Municipal de Música, las palabras de sus responsables y organizadores, el preludio nazareno de quienes proponen sentir la Pasión como arma de vida y se presentaba un cartel que iba, entre sorpresa y exclamación, a refundir dos años en uno, con esa grandeza de nuestros artistas (pintores, fotógrafos, imagineros o diseñadores) cuando ofrecen su creatividad llena de misticismo y Arte, simbiosis de un profundo credo como “soñadores de Cuenca”.
Y se hacía fácil al escuchar las palabras de amigo del vicepresidente de la Junta de Cofradías Antonio Abarca cuando presentaba a un arquitecto que diseña edificios al compás de una retina fotográfica como expresión de su vocación más conquensiana, como diría Acacia Uceta, porque supo plasmar en un magnífico cartel, los 24 capuces de ese peculiar sentimiento de la Cuenca Nazarena, donde el color del oro bronceado alineaba a verdes o sienas, dejando el negro en sus tres claves que despedían a nuestros hombres y mujeres llevados por la pandemia más cruel que el destino ha querido.
Ventanas en triángulos zigzaguean en un escorzo rutilante mientras a su trasluz, la imagen de un Cristo siente el peso del dolor. Pensado para dar el significado de una devoción mientras ese Arte del diseño imaginativo ha buscado novedad, originalidad y representación, porque no es nada fácil hacerlo novedoso sin crítica, y sin embargo, Enrique Martínez Gil ha sabido plasmar simbiosis y profundidad, credo y recuerdo, color y semblanza, imagen y sonido, oración y sentimiento, tal vez, esta última palabra sea la que ha regido su corazón como artista y nazareno de a pie y como fotógrafo que anda entre bambalinas.
Por eso, no hacen falta demasiados alardes para sentir el peso de la devoción y la fe de un pueblo hacia su historia y su tradición. Este fotógrafo es un hombre sencillo en sus maneras de sentir el conquensismo porque lo vive y lo hace a menudo, porque sencillamente, siente lo popular como suyo, lo religioso como creencia y lo nuestro como de todos. En esta muestra, en este cartel, lo ha hecho bien, acertado en mi modesta opinión y bien lo recoge la comunidad de esta Cuenca que anida entre balconajes y buhardillas mientras en las Hoces ya se oye el reclinar de tambores y clarines.
En el sentir de cada Paso, una a una sus cofradías, volverán a recrear el espíritu que les mantiene fieles; se asearán sus túnicas, se rascará la cera del cristal de su tulipa y se limpiarán con Netol los dorados de esas andas que refulgen ante la adversidad porque desean clamar en el silencio.
Poco queda y qué añoranza sentimos. Estaremos pronto ante el Misterio de la Pasión y Muerte del Señor, sin tardar. Enrique y Antonio, Cartel y pregonero están preparados, ahora queda la puesta en escena que llegará a su tiempo.
Por Miguel Romero Saiz. Cronista oficial de Cuenca