Trashumancia. Manolo Cardo:”¿Qué nos forramos?, por eso salen todos los días ganaderos y pastores nuevos”
El viaje, en un día plomizo donde los haya, transcurrió por una carretera húmeda, impresionante, llena de sorpresas para la vista, vigilada por caducifolios de los que todavía cuelgan hojas amarillas y de albares que nos acompañaron hasta el Alto de la Vega porque, desde la zona de restaurantes en el nacimiento del río Cuervo, a la Hoya de Puerta o el Puntal del Barracón, ubicada entre el puntal de la Sabina y el de la Atalaya, el tapiz vegetal se llenó de alrovinos, bujes y sabinas que lucían un color extremadamente verde, gracias a las minúsculas gotitas de agua que, como un suspiro venían con el viento, y a la humedad reinante cuando pasaban pocos minutos de las nueve de la mañana coincidiendo con mi llegada a la nave, a una enorme construcción, cubierta, rodeada de corrales a cuya entrada destacaban dos enormes camiones. Y escribo enormes porque, a mi parecer, todo vehículo que lleve doce ruedas lo califico de enorme más aún si lleva una caja capaz de albergar a 350 ovejas.
No me gustó lo que vi porque, desde hace quince años, estas primeras etapas las suelo hacer a pie, acompañando a los Cardo y plasmando en reportajes (YouTube) todo el sabor de la vereda, de la Cañada Real de Rodrigo Ardaz y, por eso, al ser la primera vez que no salíamos, me quedé huérfano de ideas cuando, al llegar, lo primero que vi fue a un primer camión, ya cargado de ovejas, y a un segundo, con el portón apoyado en el muelle, en el que habían construido un pasillo con barandillas de madera por el que sí, o sí, conducían de diez en diez ovejas al interior de la caja provista con un sistema ascensor y pequeños cajones que, al tiempo que mejoran la sanidad animal, van más sujetas.
Quince años desde que me encontré con Manolo Cardo conduciendo su ganado por el basurero de Belmontejo para terminar así: ¡Ay!, quince años andando y el que tenía que hacer, dieciséis, en camiones. Fíjate que nos quedarían siete días para llegar a Mestanza porque, lo previsto, año tras año, es que llegáramos el 23, el próximo sábado, responde Manolo Cardo quien, curiosamente, no viste su tradicional mono en este día en el que están cargando animales por culpa de una alarma de lengua azul: es que la cosa tiene tela. Con la lengua azul no nos han dejado movernos y, por eso, los preparativos previos estaban sin hacer a la espera de noticias. Cuando nos dijeron, tarde ya, que podíamos salir, ya habían pasado muchos días y, por eso, cambiamos de planes. Además, los caballos estaban en la finca, sin herrar, todo parado…total que hemos tenido que recurrir a los camiones y allá que nos vamos.
La lengua azul es una enfermedad vírica, de la familia Reoviridae, que afecta a los rumiantes tanto domésticos como salvajes, principalmente a ovinos además de bovinos, caprinos, bufálidos, antílopes, cérvidos, camélidos entre otros, transmitida por la picadura de ciertas especies de mosquito del género Culicoides donde la gravedad de la enfermedad varía según la especie y serotipo pero que no afecta a los humanos.
Llevamos vacunando muchos años de la lengua azul. Nosotros vacunamos abajo, en Mestanza, en primavera, antes de salir y, ahora, vacunamos otra vez del serotipo 4, del 8, del 1, del 3…hasta que inventen una vacuna que valga para todo.
Es un asunto al que, nosotros, los que estamos alejados de esta cultura pastoril, no nos preocupa porque, al tiempo que no nos afecta la enfermedad, la carne la seguimos comprando en nuestras tiendas de confianza mientras que los ganaderos pueden ir a la ruina por la mortandad. Es que no sacrificamos animales. Se mueren ellas. Es un asunto raro porque, por ejemplo, en Extremadura, estaban los animales sin vacunar, las vacunaron y se morían más. Es que no es una vacuna buena para los animales. Unos casos, raros, como digo, que encima se agravan cuando también llevas ganadería de pelo. Las cabras tienen que ir con la tuberculosis hecha. Hay que hacerla un mes antes de arrancar, de moverte, y si se pasa el mes, tenemos que vacunar otra vez. Tres veces lo hemos hecho este año, dice Manolo.
Hay humedad ambiental y se nota, sobre todo, en la rampa de acceso al camión por la que van pasando las ovejas como “ovejos”. Algo que me recuerda a una constante en las salidas trashumantes, otoñales, de los Cardo porque, casi siempre, atraen a la lluvia hasta el punto de que, en la Vega, en broma o en serio, cuando hay sequía, sugieren que salgan los Cardo como salen esas procesiones de rogativas en algunos pueblos de Albacete y Ciudad Real. Procesiones que, en esto de la trashumancia, oveja tras oveja, o en mancha de aceite buscando pasto, uno echa de menos sobre todo la etapa que transcurre por la Sierra de Tragacete, la Loma Atravesada que se me atravesó hace un par de años, la Cañada del Mostajo en donde nace el Escabas y no verás un mostajo (un serbal) y la Sierra del Agua. Caminar con 1.400 ovejas, trashumancia definida, por una minoría, como folclore y romanticismo. Mira, ser pastor es algo que tienes que vivir, que te tiene que gustar. Es como una profesión cualquiera, un trabajo. Si no se convierte ese trabajo en hobby, te aburrirás. Te cabrearás y estarás todo el día refunfuñando. Te tiene que gustar, tienes que vivirlo y, si es posible, transmitirlo. Yo disfruto con mis animales viendo cómo se mueven, cómo barruntan, cómo te enseñan, cómo aprovechan el pasto, cómo descubren los hongos, cómo se identifican contigo y empiezan a balar tras un silbido. Disfruto de ello y, sobre todo, cuando nos movemos en compañía de buena gente.
Manolo Cardo va a cumplir sesenta años y, a esa edad, en la España Vaciada, desaprovechada se mire por donde se mire, ya barrunta nubarrones porque el mañana, una mañana como la de hoy, no va a existir en este mundo pastoril en el que nadie quiere trabajar. Nadie vendrá después. Conmigo, y con mi hermano Antonio, los Cardo, ahí se quedarán.
Y, ¿en otros territorios?
Igual. Ismael tiene dos hijas colocadas y Vidal, los de Guadalaviar, tiene dos hijos que no van a seguir con esto. Los Belenchones, también de Guadalaviar, son más jóvenes y mientras sean jóvenes seguirán. Los de Orea, en Guadalajara, los dos hermanos ya van palante y relevo no hay. Bueno, desde hace años, las personas migrantes son un activo importante para la agricultura y la ganadería en España porque, cientos de miles de personas, se desplazan desde sus lugares de origen para trabajar en el medio rural. Por ahí hay una posible escapatoria pero, cuidado, tendrían que cambiar muchos aspectos.
Hemos dejado claro, en muchísimas ocasiones a lo largo de estos años, que ayudas, ayudas, no hay pero, Manolo, ¿por qué cierta gente piensa que os forráis?
Por eso salen todos los días ganaderos y pastores nuevos. Como decía Elías, el del Villar, somos antimillonarios, responde entre risas mientras recordamos el oficio de pastor, su trabajo de campo, su día a día, su contacto y condicionamiento con el medio natural que le rodea. Un cúmulo de conocimientos que no se van a aprender en una escuela de pastores: aunque pasen 50 años en la escuela, aprenderán teoría toda la que quieras pero, práctica, ninguna. Que no se vean con un atajo de ovejas pariendo porque, estas cosas, y otras, no se aprenden en cuatro días. Esto es toda una vida y, como digo, te tiene que gustar a pesar de la burocracia a la que nos tienen sometidos. Te mandan un cuestionario de preguntas, reclamé que me la mandaran por escrito, me la mandaron porque quieren que lo haga ya digital, contestamos, y ahora me mandan otra diciendo que los datos son insuficientes así que, a ver qué haces porque te dan un plazo de 15 días y, si no respondes, te sancionan. Hace falta que los que legislan, los que parece que saben, hace falta que vengan a los pueblos como vienen las chicas de la Universidad, que hagan trabajos de campo en los pueblos, que estén un tiempo con nosotros los ganaderos, los agricultores, que vengan y hablen con los más ancianos del lugar y que comprueben, in situ, que las cabras, por ejemplo, han sido nuestros bomberos y que el campo, en general, estaba mejor conservado.
El primero de los camiones se pone en marcha y, cuando terminamos de hablar con Manolo, arranca el segundo con el ánimo de que regresen el sábado, día 16, para cargar otros dos tráileres y, así, completar el traslado de 1.400 ovejas.
Manolo Cardo, el viernes día 15, una vez puestos en marcha los camiones, viajó por delante hasta Mestanza para que, sobre las cuatro de la tarde, recibiera a sus ovejas en la finca en la que, tal y como va el otoño, tendrá agua y buenos pastos que evitarán tirar del almacén sin olvidar los gastos anuales que pasan de los 80.000 euros entre medicamentos, pastos aquí arriba, transporte, pagar las fincas y como eso no se regula de ninguna manera, el precio de las fincas lo regula el dueño y, al ganadero no le quedan alternativas.
Voy a recoger a mi mujer, a cambiarme de ropa, a anclar el remolque y pa Mestanza
El vídeo reportaje
José Luis Muñoz M