Los años van dando vueltas, tumbos, y como todo lo que sube, baja, pues resulta que ahora nos ha caído la de Dios es Cristo aquí, en Ruidera, me dice Gratiniano Usero, Grati, ganadero trashumante de Las Majadas (Cuenca). Un hombre que, sin serlo, parece anciano de tantos años de dobleces y madrugones de escarcha y nieves aunque, eso, desde la niñez, lo lleva tan en la piel que, quizás, por eso, le vemos en la vereda, en la Cañada Real, sin abrigo alguno. A cuerpo limpio pero con la boina calada.
Grati, como todo hombre de pueblo al que le han salido los dientes con las ovejas, nos puede hablar del tiempo atmosférico los minutos que hagan falta. “Ya llevamos trece días de camino”, me dice Grati, al que encuentro metido ya en la tienda de campaña cuando el reloj marca las 8 y media de la tarde. Poco más allá, las tiendas de Rubén y de Diego que se han metido en el saco de dormir para dejar atrás el acoso del cansancio, el frío y la lluvia y, de paso, revisar mensajes. Trece días de lluvia, fríos, vientos y, ahora, el otoño invernal. “Ha caído una escarchaca impresionante. La verdad es que, yo, me he dado cuenta porque, cuando ha salido el sol y he visto las nubecillas puestas delante, ya barruntaba que iban a acumular agua que ha sido la que nos ha caído hoy antes de llegar a las lagunas. Nos ha caído una buena, sí”.
La verdad es que, cuando cae agua sin conocimiento, como dice Grati, las ovejas se comportan muy bien. “Llevan su instinto, saben que van palante, se apegan unas a otras y, a veces, hay que sujetarlas. Pero, como digo, son listas y ya saben por dónde se tienen que desviar. Tienen un instinto mayor que el nuestro”.
Las ovejas vienen, hasta Ruidera, por la Cañada Real de los Serranos que deja a ambos lados lo que llaman los Cotos de Ruidera y Las Melgarejas. Cruzan el pueblo por la N-430 tras una rotonda que encuentran nada más llegar y, “poco a poco, con mucha desesperación, a veces, vamos por esa carretera de línea continua y turística” comenta Grati, “en la que hace unos días pusieron sal porque cayeron unos copos de nieve y, eso, para el ganado, es como pastel de café, copa y puro”.
Hace ya muchos años, unos 33, el paso por Ruidera era una auténtica fiesta cuando, por el pueblo, pasaban los ganados bravos de Raúl Lario (Huélamo) y los que venían desde Peralejos de las Truchas. Entonces, como ahora, el hatero había evolucionado con arreglo a los nuevos tiempos y no dependía de los burros, mulas o caballos para transportar hato y comida con noches al amparo del hotel de las mil estrellas, al raso y, a veces, con la pana y los piales mojados. Digo esto porque, Grati, ahora, va de hatero. “Ahora tengo que comprar, echar la lumbre, hacer el corral, buscar el abrigo tal como hoy, hablar con la Guardia Civil, con algún alcalde…y menos mal que las carreteras comarcales y las locales las cruzamos nosotros solos, sin ayuda de nadie. Yo voy más cómodo así, pero hay de todo un poco. Hoy, ¿ves?, se nos ha hecho tarde porque hemos pasado la carretera a las cuatro y media. Y todo porque dependemos, como ahora, al tratarse de una carretera nacional, de la Guardia Civil y de los municipales. Se portan maravillosamente bien, todo hay que decirlo, pero dependemos de ellos y de los cambios de turnos que hacen. Aquí, en Ruidera, hay peligro. Hay una curva con línea continua y los coches vienen desenfrenaos, a toa pastilla. La Guardia Civil y los municipales nos han ayudado. Pero entre eso, y la manta de agua, tela. Y otra cosa, cuándo te encuentras plásticos y plásticos de los melones, ¿qué?. Somos guarros y no por naturaleza. Plásticos por el camino. Se come alguno una oveja, se le hace un ovillo en la tripa y, adiós”.
Hasta Socuéllamos, Grati, su hijo Rubén y Diego hacía la vereda junto a los hermanos Cardo y Claudia, la hija de Manuel (Vega del Codorno) que enderezaron rumbo a Mestanza en el Valle de Alcudia. “Es mejor ir en compañía y, encima, con gente muy maja. Gente a la que conocemos desde hace mucho tiempo. Hemos ido muy bien. Todos y, lo más probable es que, regresemos juntos también en Junio”.
A media tarde del lunes, día 18, harán noche en la ermita de Alhambra. “Y de Alhambra cruzamos el pantano de Vallehermosola para quedarnos a 4 o 5 kms del Pozo la Serna. Luego cruzamos el pantano de la Cabezuela, dormiremos por allí y nos quedarán todavía 7 días hasta llegar a una zona de las Navas de Tolosa, a unos 4 Kms, a la linde de Pan Blanco, cerca del embalse de Fernandina del rio Guarrizas”.
El invierno lo pasarán a unos 550 metros de altitud sobre el nivel del mar. En una finca alquilada en la que, si los pastos fallan, habrá que echarles pienso a los animales con el consiguiente gasto. Es la trashumancia que conlleva el traslado familiar desde Las Majadas (Cuenca) a Las Navas de Tolosa (Jaén) durante los 6 meses que dura el frío en las tierras del Parque Natural de la Serranía de Cuenca. Es el objetivo trashumante: reducir a dos las 4 estaciones. El otoño-invierno serrano por la calidez de Jaén, y la primavera un tanto calorosa de nuestras sierras a cambio de la sartén en la que se convierte esa parte de Andalucía. Pero esa primavera tiene el riesgo que todos sabemos y que, año tras año, sufren nuestros trashumantes: la Cañada Real ha sido usurpada por los agricultores que la han sembrado convirtiéndola, así, en un camino por el que apenas puede circular un tractor.