Este próximo viernes 31 de enero Juan Carlos Monedero intervendrá en una conferencia en Guadalajara. El título elegido para ella es: «Ética y política. ¿Son incompatibles?”. Monedero fue uno de los invitados de Maduro en la última ceremonia de usurpación y asalto al poder y a la libertad de los venezolanos. Monedero fue asesor de Hugo Chávez durante casi 10 años hasta la muerte del dirigente en elaño 2013. Fundó el chavista Centro Internacional Miranda, y se reunía y despachaba con frecuencia con él en el Palacio de Miraflores de Caracas. Hace unos días impartía también una conferencia sobre derechos humanos en el Helicoide venezolano, la cárcel administrada por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), la policía política de Nicolás Maduro, es decir, la cárcel donde se ejecutan y realizan las peores torturas contra presos políticos de la oposición.
Resulta paradógico que Monedero, cómplice de toda la represión y tiranía que vive Venezuela dé charlas sobre humanismo, democracia, ejemplaridad y ética en la Política. Él, que desde hace años acompaña, asesora, aplaude y se involucra activamente en la insoportable e inhumana dictadura represiva de Maduro. Él, que cobra suculentas cuantías de dinero de Venezuela y de otros gobiernos de la órbita bolivariana por sus asesoramientos.
Por cosas como estas, la política, que debería ser la más noble de todas las tareas, ha pasado a devaluarse y a convertirse en un problema para los españoles y en una actividad tan cuestionada como necesaria. La endogamia de la patitocracia, el deficiente sistema de financiación de los partidos, la ausencia de democracia interna, el modelo de éxito caciquil, la falta de ética de muchos de nuestros gobernantes, la corrupción política, económica y moral, la falta de verdadera vocación y de espíritu de servicio no nos tienen que impedir creer y defender la Política con mayúsculas, la Política honrada, ejemplar y coherente, la Política carente de intereses y conveniencias espurias. La Política de la conciencia, la Política de lo que está bien y lo que no, de lo que se ha de hacer y de lo que debe evitarse. La Política de defender la integridad y la moralidad en el plano de lo público.
Claramente hoy el rechazo a los políticos y a sus modos de gobernar recorre todos los rincones de España, en la que los partidos políticos se han convertido en oligarquías con escasa representación ciudadana en sus filas, que convierten la democracia en una lamentable e intolerable partidocracia. Partidos que constantemente atacan y no respetan las instituciones; partidos que tienen como herramienta constante la mentira, el enfrentamiento, la demagogia y el populismo; partidos que solo buscan amedrentar y aplastar a su rival por encima de todo; partidos que solo están por y para el poder a cualquier precio, y para cuyo mantenimiento están dispuestos a provocar un enfrentamiento lamentable y peligroso que terminará generando violencia y enfrentamiento entre la sociedad civil. Partidos cuya gestión cuando gobiernan no se desarrolla en numerosas ocasiones con arreglo a la ley y descaradamente lo hacen de forma partidista y arbitraria incurriendo en desviación de poder e incluso prevaricación en algunos casos.
España es el país de la Unión Europea con más políticos ocupando cargos públicos. La cifra supera las 400.000 personas. El segundo país con más políticos es Italia que alcanza los 200.000 cargos públicos, la mitad que los nuestros. Alemania estaría en una tercera posición con apenas 100.000 políticos, eso sí, con el doble de población que España. En una sociedad abierta y democrática como la española, todos somos en mayor o menor medida, responsables de la clase política que tenemos porque los legitimamos con nuestro voto, con nuestro silencio, con nuestra inacción, con nuestra permisividad, con nuestra pasividad, con nuestra idolatría hacia ellos y con nuestro mirar a otro lado. No somos víctimas de ellos, somo cómplices y deberíamos combatir, no tolerar y no permitir que nuestros políticos y sus partidos que no dan la talla y son carentes a estas alturas de autoridad moral nos mientan, nos usen y nos traten de tontos. No están a la altura, están siendo negligentes en su tarea y en muchos casos corruptos. Ya no vale decir que estamos hartos y cansados con la clase política y con sus continuos enfrentamientos, crispaciones, discusiones de patio de colegio y luchas de intereses de poder; hay que combatirlo, no tenemos que tragar con ello, no tenemos que permitir que nos usen de moneda de cambio y de mano obrera en sus luchas ideológica y electorales y que nos clasifiquen en bandos y etiquetas, en culpables y enemigos.
Ellos se aprovechan de nuestra poca unión, nos quieren desunidos y desorganizados para no poder pararles los pies; y esto es lo que tenemos que hacer: unirnos a través de iniciativas que nos amalgamen, de asociacionismo civil, de iniciativas legislativas populares que les obliguen a debatirlas y a aceptarlas. Debemos participar más activamente de lo que estamos habituados a hacerlo, incluso desde dentro de ellos; solo así podremos cambiar las cosas que no nos gustan de esta democracia tan manoseada; solo así podremos profundizar y hacer madurar y evolucionar nuestra democracia y el Estado de derecho. Quejarse de nuestros políticos y gobernantes en la barra del bar no es suficiente, ya que nosotros somos los últimos responsables de lo que hacen con nuestro voto y de que campen a sus anchas degradando nuestra democracia de la forma como lo están haciendo. O les exigimos un proceso de democratización de los partidos políticos y que respeten la separación de poderes o seguirán apoyados en su oligarquía y populismo que nada nos representa.
Nuestro deber como ciudadanos es exigirles una Democracia verdadera, libre de corrupción, de amiguismo; una Democracia en las que los lideres y jefes de los partidos no confeccionen sus listas electorales en base a otros intereses y criterios que no sean otros que los méritos, el currículum o la experiencia y no la obediencia ciega y la sumisión a esas élites a las que prometieron fe ciega y servilismo. Tenemos que reclamarles que trabajen en la gestión del día a día de nuestras cosas y no de las suyas, y que dejen a un lado las intrigas y sus ambiciones personales. Debemos de pedirles coherencia; la política debe ser un lugar de coherencia entre lo que se dice, y lo que se hace. Es fundamental también reivindicar que nuestros políticos tengan una formación académica, unos requisitos, unas habilidades claves y conocimientos para poder llevar a cabo su labor con eficacia; deben de dominar técnicas de comunicación, saber negociar, tener capacidad de trabajar en equipo y conocer la administración y el funcionamiento de nuestras instituciones. Sin preparación, sin liderazgo y sin capacidad de servicio público no se puede ser político. Nuestro deber también es exigirles autocrítica y que no nos manipulen ni mientan en pos de la búsqueda de su interés propios o partidistas por encima del interés general de los españoles.
Y por supuesto hemos de requerirles para que tengan una experiencia profesional previa y un futuro laboral fuera de la política; la política no debe ser una salida laboral; hemos de evitar que muchos empiecen a hacer méritos para vivir de ello tempranamente en las juventudes de sus partidos; comienzan a ser concejales muy jóvenes y terminan ocupando puestos claves en los partidos con una escasísima formación. La Política no tiene que generar ese clientelismo en el que se intercambian ciertos “productos” en forma de contratos de trabajo, de cargos, de ayudas, de subvenciones, de ascensos en carreras profesionales, de publicidades institucionales etc a cambio de favores personales y negocios con una estructura social jerárquica muy definida en el que se abre la posibilidad de recibir recursos de ese clientelismo, pero que en su contra nos hace esclavos, presos y rehenes de esa relación clientelar, desembocando en numerosas ocasiones en focos de corrupción. Los partidos no pueden convertirse en oficinas de colocación de los suyos. España, se ha convertido en un país de políticos sin empleo anterior que viven de serlo. No tenemos que dejar en sus manos nuestro futuro, pues debemos ser nosotros los dueños de él, si no lo impedimos, será muy peligroso para nosotros e implicará, como ya ha ocurrido en otros tiempos, un serio retroceso para nuestra sociedad, para España.
Opinión de Antonio de Miguel.