Este miércoles 2 de octubre, se cumple el 520 aniversario de la llegada de las primeras religiosas al monasterio de la Concepción Francisca de Cuenca, que es el segundo de la Orden de la Inmaculada Concepción fundado en España, tras el de Toledo. Con este motivo, Mª de la Almudena Serrano Mota, directora del Archivo Histórico de Cuenca, acaba de publicar el libro titulado: El Monasterio de la Concepción Francisca de Cuenca. Documentos para su Historia (1498-1886), editado por la Real Academia Matritense de Heráldica y Genalogía.
Se trata de uno de los conventos más conocidos de la ciudad: las monjillas de la Puerta de Valencia, que nunca fue suprimido, salvo en los años de la Guerra civil en que las religiosas se vieron forzadas a abandonar su casa para salvar la vida.
El 24 de septiembre de 1498, se puso por escrito, en Toledo, la decisión de fundar en Cuenca, donde ay mucha nesçesidad dél. Alvar Pérez de Montemayor, canónigo de la iglesia toledana, fue el fundador y primer patrono. En 1504 se obtuvo la autorización papal y, rápidamente, se facilitó el espacio en el que se ubicaría el convento, en el lugar donde estuvo la ermita de la Santísima Trinidad, de ahí que en los primeros momentos al monasterio se le llamase de la Santísima Trinidad.
El fundador otorgó bienes dotales de diferente tipo y, además, retuvo en el patronazgo la facultad de poder nombrar y presentar 8 religiosas sin dote, hecho que ocasionó numerosos pleitos entre las monjas y los patronos durante el siglo XVII y XVIII, por las adversas circunstancias económicas en que se vieron envueltas las monjas, como consecuencia de la crisis económica generalizada que sufría el país. Esta escasez y penuria se vio agravada por el hecho de las numerosas deudas que se contrajeron por los renteros, que derivaron en dilatados pleitos, que casi nunca cumplían el objetivo del cobro de lo adeudado. El paso del tiempo necesariamente contribuyó a que se tuviesen que hacer obras y reparos en el edificio, la más importante fue la nueva construcción de la iglesia, en la segunda mitad del siglo XVIII, obra dirigida por José Martín de Aldehuela y otros dos arquitectos. El siglo XIX llegó con su legislación desamortizadora, aunque, afortunadamente, este convento no estuvo entre los suprimidos, es más, a él llegaron otras comunidades que no corrieron la misma suerte: Carmelitas y Franciscanas de Priego. Otros aspectos de interés para la comunidad se tratan en esta obra: el uso del agua, el enterramiento de religiosas o su presencia ante notario.
En la actualidad, el monasterio está declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de monumento, declaración que se realizó mediante el Decreto 161, de 26 de junio de 2001, de la Consejería de Educación y Cultura de Castilla – La Mancha.