Según la fe cristiana, los acontecimientos más importantes en la historia de la humanidad son el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús el Cristo.
Este año, la Semana Santa de todos los lugares del mundo, será una celebración distinta y lo será así, por el tiempo de pandemia que nos ha hecho reflexionar como colectivo social, devoto y creyente, generando un antes y un después como razón de vida.
El tiempo de pandemia en estos dos años, 2020 y 2021 nos ha hecho diferentes. Lo vivido para algunos fue un tiempo en familia, para otros de oración e incluso para algunos de soledad, ya que por las restricciones del Coronavirus no pudieron estar acompañados ni visitar a sus seres queridos, sin embargo, viéndolo desde un punto de vista positivo, para la mayoría fue tiempo de reflexión, recogimiento, análisis y retiro espiritual, al margen de la creencia en una religión u otra.
Sin duda estamos viviendo tiempos difíciles para los que no estábamos preparados, nuevos y complejos escenarios que nos llevan a reflexionar respecto de cómo cambiaron nuestras vidas y prioridades, de cómo se manifiesta nuestro ser respecto a las crisis que enfrentamos y el temor que nos ocasiona.
Nos hemos dado cuenta de la fragilidad del ser humano y de la fragilidad de nuestra existencia en el mundo, de las dificultades y carencias que enfrentamos, de la necesidad de ser más humanos, empáticos y solidarios, de la importancia del tiempo, de las bondades que no apreciamos, de la terrenalidad de la propia vida.
Ahora, después de ese tiempo de Cuaresma, vendrá la representación escenificada de la Pasión de Cristo según el ritual de la Doctrina cristiana y el proceso católico; por eso, en todos los pueblos de nuestra geografía habrá un revivir, un intenso deseo, una inusitada devoción hacia nuestras imágenes, nuestros Pasos, nuestras Hermandades, para demostrar que el mundo sigue y que en cada uno de nuestros actos de la Semana Santa, la voluntad y valores por ser mejores, quedará demostrado en nuestra manifestación personal.
Y ahí estará Cañete, ese lugar serrano que revive sus tradiciones, que tiene el deseo de demostrar que sus valores hacia los nuevos tiempos que nos han llegado, deben sobrepasar el límite del olvido. Un pueblo honesto, laborioso, privilegiado por la belleza que encierra su entorno, por la rica historia que atesora, y por la voluntad y el tesón de sus gentes a las que tanto quiero, porque una vez más y ya son muchas, vuelven a demostrar cuál es la riqueza de su corazón. No hace mucho, las paredes, la cubierta, el suelo, la pintura, la decoración y la identidad de su Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol volvió a recuperar su razón patrimonial gracias a la labor de peonadas y voluntariosas dádivas y prestaciones de sus vecinos, muchos y muchas, dieron su trabajo altruista para ver a su iglesia viva, reluciente y esplendorosa. Ha sido un ejemplo.
Por su parte, las Asociaciones, Hermandades y Grupos de la localidad y el Consistorio siguen manteniendo viva la esperanza de un pueblo que siente el progreso con actividades encaminadas al desarrollo cultural y tradicional. San Antón, Santa Quiteria y los Quintos o El Carnaval se han celebrado con exigencia de mantener el mismo espíritu de antaño, pero es ahora cuando Cañete va a demostrar su singularidad y su tesón, su esfuerzo y su deseo de encontrar en cada costumbre la esencia de sus antepasados, reviviendo estampas y generando nuevos retos.
La Semana Santa de Cañete va a ser ejemplar, y lo va a ser, porque gracias al empeño de un grupo de cañeteros, tal vez secundados por la idea de unos más que otros (no puedo de dejar mencionar a Pedro Vicente Chillaron), por primera vez en su historia tendrá Nazarenos, fieles seguidores de la tradición religiosa que vestidos con túnica, capuz, cíngulo y escudo, saldrán portando sus pasos, sobre todo a su Virgen Dolorosa y a su Jesús Nazareno, obra maravillosa del imaginero Tomás Marqués Amat, una pieza única y valiosa que mantiene el espíritu de un pueblo, orgulloso de su Semana Santa, de su pasión por la devoción hacia la singularidad de sus gentes en un pueblo que es admirado por todos, vecinos y visitantes, donde han enriquecido el patrimonio gracias a sus murallas, sus puertas fortificadas, su fortaleza, su Paisaje Ilustrado, su Postigo como rincón natural, sus fuentes, sus restaurantes y bares, su plaza mayor, su parroquial restaurada, su iglesia de San Julián, sus tradiciones festivas, y su generosa hospitalidad.
Por eso, muestro mi admiración por esos más de un centenar de cofrades o Costaleros, como les gusta llamarse, fieles devotos de su lugar de origen o de adopción, cañeteros seguidores de generar ilusión por su pueblo, sin olvidar que la riqueza del alma, la dará el esfuerzo y el bien hacer de su cuerpo, porque en definitiva, siempre que se genera una idea, una pasión, una ilusión, el pueblo te acompaña, apoya, lo vive y lo siente. Bien lo sé por experiencia, en ese pueblo al que tan unido me siento, eternamente agradecido por su apuesta hacia mí, en hijo predilecto y en titular la biblioteca, pero sobre todo, porque se mantiene La Alvarada y ahora se ha provocado una nueva ilusión: La Semana Santa de Cañete, con devoción, con fuerte tradición renovada, con los Costaleros del Jesús de Nazaret, con la puesta en andas, elegantes, con sus capuces y sus túnicas, haciendo sonar sus horquillas mientras los banzos de cada imagen, Borriquilla, Jesús de Nazaret. La Dolorosa y la Cruz, en procesiones y actos bien organizados, con ramos bendecidos, Santos Oficios, la música de la Banda de Caudete de las Fuentes, Vía Crucis y procesión al Monumento del Sagrado Corazón, sin olvidar a nuestro Coro de Cañete que hará sonar sus voces para cantar los Dolores a la Virgen, composición única que se ha mantenido a través de los siglos, su peculiar Rosario de la Aurora, el sábado santo 16 de abril a las 24,00 horas, peculiar y original tradición que solamente mantiene Cañete, para finalizar con el Encuentro del domingo de Resurrección con el Sagrado Corazón y la Virgen de la Zarza, patrona del lugar, entre cánticos y flores, con alegría desbordada, frente a la ermita de la Virgen, en ese paraje especial que la historia nos ha dejado y que luego, revivirá con solera, la costumbre de Los Judas, muñecos llenos de paja vapuleados con maestría por los jóvenes del lugar contra la gente que procesione ese día y haciendo sonar la alegría de un pueblo renacido, vivo, ilusionado y creyente, sobre todo en su esperanza de progreso.
Vaya pues, mi enhorabuena a los que han hecho posible esa Asociación de Costaleros de Cañete que son muchos valientes cañeteros, a su Ayuntamiento, a sus gentes, a todos, porque me siento orgulloso de ser de ese lugar y de contar sus excelencias y sus bondades.
Por Miguel Romero Saiz