El pasado día 8, se celebró el Día Internacional de la Mujer. Se celebró en una situación muy distinta a la que dio lugar al nacimiento de la igualdad como aspiración, con vocación universal, en la Revolución Francesa. Y también en una situación muy diferente al incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York, que hizo cambiar la legislación laboral en Estados Unidos y dio un enorme impulso a la vinculación del Día de la Mujer con sus derechos laborales.
Pero, lejos de la complacencia, debemos ser conscientes de que queda mucho por hacer. Y hay que recordar que ni la igualdad ni el resto de los derechos individuales o colectivos o las libertades públicas se han acuñado, defendido ni impulsado desde el sectarismo o la exclusión. Todo lo contrario. Porque en la lucha por la defensa de la igualdad desde su formulación positiva, de promoción, o desde la negativa, de no discriminación, muchas mujeres y hombres han escrito páginas de gloria desde diferentes ideologías.
El pasado miércoles el Congreso de los Diputados dedicaba unos minutos a la memoria de Clara Campoamor. En su legado se encuentra el voto femenino en España, algo que consiguió en oposición a otra mujer en un debate en el que precisamente en nombre de una ideología se anteponía el interés al derecho.
Para Victoria Kent no era oportuno otorgar el voto a la mujer si con ello se ponía en peligro el ganar las elecciones. Para Clara Campoamor, por el contrario, el reconocimiento del derecho de sufragio “es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre”.
Hoy, la igualdad formal es plena en España. El artículo 14 de la Constitución Española así lo garantiza. Sin embargo, a pesar de los importantes avances de los últimos años, la brecha entre hombres y mujeres en el trabajo y en los salarios, los techos de cristal, a veces no tan transparentes, que tienen las mujeres en su promoción profesional, y las discriminaciones, incluso la violencia que sufren por el hecho de ser mujeres, siguen estando presentes en nuestra sociedad. Y aquí también es bueno recordar el proverbio que dice “si quieres caminar rápido, camina solo; si quieres llegar lejos, camina acompañado”.
Por eso también debemos estar unidos en la condena y la repulsa de las actitudes machistas, vengan de quien vengan. Porque no vale declararse feminista mientras se vitorea la infamia y el desprecio a una mujer, cuando se tilda a una mujer de “chacha” o se le manda a pasar la aspiradora, o cuando se aceptan por omisión los símbolos de la represión o del menosprecio, que hacen invisibles a las mujeres.
Este es un día para que algunos gobernantes que se proclaman progresistas revisen su actuación, sus declaraciones inaceptables o su sectarismo excluyente, y pidan perdón, tiendan manos y acepten manos tendidas.
Es necesario para poder trabajar unidos por las mujeres y por los hombres, por una sociedad más libre y más justa, más igual.