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En Huete, las dulzainas y el tamboril sonaron a gloria en la plaza de San Gil. Desde ahí, la procesión iba robándole al tiempo lo que podía a pesar del ritmo que imponía la Banda de Cornetas y Tambores, cuando hacía de eso, a la Banda de la Cruz Roja de Sevilla.
El cambio de rasante entre el Caño y el Mercado te deja pegado al suelo ante la imagen que presenta la ciudad de Huete mientras, la gente, va dejando resuellos, anhelos y peticiones al tiempo que extiende la mano para lanzar pétalos a la Santa como si de una competición se tratara.
Hay cierta prisa porque el cielo sigue con sus galas de tormenta y, por eso, no hay loas de aldeanas más allá de la Plaza del Reloj desde donde, La Merced queda a tiro de piedra y, por este año, será la última vez que entre en ella Santa Quiteria. Eso, eso duele.
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