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En el barrio de San Gil, de Huete, nadie quiere un final como el que se avecina. Nadie. Por eso los vivas, a sabiendas de que son los últimos por este año, salen del alma encadenados porque hacen piña con los que salen del corazón.
Los del barrio de San Gil, los Quiterios, cantan la loa de las aldeanas para añadir tiempo lleno de esperanzas. Más vivas y, ahora, la loa de las lilas para izar la mirada y decir más vivas.
Algunos no pueden más y tapan sus rostros para contener un manantial de emociones, tan contagioso, que te deja pegado a ese suelo que pisó el que ya no está pero que, cada cual, lleva en la palabra y en los hechos. Qué difícil es decir adiós a Santa Quiteria.
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