Según Tomás y Valiente, en la Historia de España hubo dos momentos importantes para el delito del bandolerismo, que fueron desde el fin del reinado de Carlos I hasta el año 1640, con desmanes muy acusados en Cataluña; y otro periodo intenso en el siglo XIX, con la etapa del célebre bandolerismo andaluz, que parece que surgió en pleno reinado de Carlos III, y que se agravó a partir de 1780, al extenderse al centro de España, a Castilla. La creación de la Guardia civil fue determinante, a fin de proteger eficazmente personas y propiedades. Sirvan estas líneas, también, para homenajear a la Benemérita institución, en el 179 aniversario de su creación.
Los bandoleros jamás ayudaron a los pobres robando a los ricos. Esa pintoresca imagen debe desecharse porque no se corresponde con la realidad de los hechos acontecidos desde siglos atrás. Los bandidos, bandoleros o facinerosos, como eran llamados, robaban y atacaban a todos, con tal de conseguir beneficio para ellos mismos.
Lógicamente, esto no sólo ocurrió en España. Numerosísimos son los testimonios que llegaban a nuestro país desde diferentes lugares: Italia, Alemania, Austria, Turquía… Las penas aplicadas a aquellos delincuentes eran máximas y se pedía la colaboración para su captura, ofreciendo justa recompensa al servicio prestado.
El 7 de noviembre de 1679, las milicias de la provincia de Ballicata actuaron contra los bandoleros que la infestauan, pues en el último encuentro que tubieron con ellos mataron diez y prendieron siete, a quienes luego se dio garrote, colgando los cadáveres de unos árboles en la misma parte donde los prendieron.
El 17 de julio de 1696, en Dublín, el lord justicia Porter y el Consejo han hecho publicar una proclamación para que se prendan diversos vandoleros que roban en los caminos reales y en las torres.
La misma proclamación les ordena a las dichas personas que se entreguen a las justicias del país antes del día 24 de este mes. Y en caso de que lo dexen de hazer, se declaran por convencidos de reos de alta trayción, y por condenados a muerte, conforme a la Acta del Parlamento de este Reyno.
Todas las personas que guardaren, ayudaren o asistieren a los dichos vandoleros y ladrones, después del tiempo limitado por esta proclamación, son declarados por culpados de felonía, sin que puedan ser admitidos a gozar del beneficio del clero. Y han de ser condenados a padecer la pena que señala el edicto.
Prométese una recompensa a los que prendieren a los dichos vandoleros y ladrones, y a los que en caso de resistencia los mataren.
El 25 de mayo de 1787, a Viena llegó esta información: Avisan de Hungría que los contornos de Arad se hallan actualmente infectos por una numerosa quadrilla de bandoleros, que hacen muchos daños.
Otras noticias llegadas a aquella ciudad a finales del año 1799 y principios de 1800 fueron estas: Añaden dichas cartas de Constantinopla que hasta las puertas de aquella capital se adelantan las gavillas de bandoleros que recorren e infestan toda la Romelia. Crecidas gavillas de bandoleros talan los pueblos de Nissa, Adrianópolis, Sophía y otros.
En Constantinopla, los bandidos causaron muchísimos problemas durante mucho tiempo. Para acabar con ellos, el 12 de mayo de 1800, el Baxá de Nicomedia fue nombrado Comandante en Jefe de las tropas que debían actuar contra las gavillas de bandoleros. Este encargo debía efectuarse según se pedía, pero no fue así, y esto tuvo fatales consecuencias para el Baxá:
Y no obstante de haber desempeñado muy mal el encargo que llevaba de acabar con aquellos malhechores, cometió la imprudencia y el desacierto de volver a Constantinopla y presentarse al Kaymakan. Este sustituto del Gran Visir le recibió muy bien, y aun le hizo algunos regalos. Luego le conduxo al Serrallo baxo pretexto de introducirle en la audiencia del Sultán; llegaron a la segunda puerta y, al tiempo de apearse el Baxá de su caballo, echaron mano de él los verdugos y le cortaron la cabeza.
Los secuestros fueron delitos cometidos con cierta frecuencia por aquellos bandidos. Así le ocurrió al príncipe Suzzo, en agosto de 1801: salió de aquí el día 2 con su familia y servidumbre para Moldavia. Llevaba una escolta de genízaros y sin embargo de ello ha sido atacado en el camino por una gavilla de bandoleros armados, que además de robarle enteramente, lo tienen preso con su familia, y piden un gran rescate por su libertad. La Sublime Puerta ha enviado tropas contra aquellos bandidos.
Las fronteras debían ser continuamente protegidas ante los atropellos de los bandoleros. Según se supo en Viena, el 19 de diciembre de 1801, se trataba de reforzar los regimientos que hay en las fronteras austríacas de Turquía, para impedir que entren por ellas los muchos bandoleros que infestan las provincias europeas de aquel Imperio, y contra los quales parece que la Sublime Puerta envía un número muy crecido de tropas.
Lo mismo ocurría en otros lugares. En mayo de 1802, se tuvo noticia en Berlín de las muchas partidas de tropas que han salido para las fronteras de Polonia a fin de contener las quadrillas de bandoleros e impedir que entren en las posesiones de Prusia, Rusia y Austria.
Si eran capaces de secuestrar y atravesar fronteras, desde luego, la osadía de disfrazarse y aparentar una situación social que no les correspondía, no suponía ningún esfuerzo para ellos. Mucho más si se trataba de ayudar a aquellos que compartían con ellos tropelías y desmanes.
El ‘Barón de Hannebergen’ protagonizó uno de estos engaños en Westfalia, según se supo en julio de 1805:
En Osnabruck ha sucedido un caso que denota hasta qué punto llega la industria de los tahúres y bellacos. En un carruage muy lucido entró en dicha ciudad un fulano, que se titulaba el Barón de Hannebergen, acompañado de Madama la Baronesa y de otra señorita, que ciertamente es una beldad.
No dexó de extrañarse que un viajante de tanta distinción fuese a parar al mesón, que regularmente no frequentan sino los arrieros y carromateros.
A la mañana siguiente se encaminó el Barón a la cárcel y a la sombra de su ilustre título, logró el permiso de visitar y hablar a los presos de los calabozos.
El que al parecer movió más las entrañas compasivas del señor Barón fue el famoso capitán de bandoleros Kirchhof, sentenciado a reclusión perpetua. Su Señoría tuvo la bondad de dirigirle un discurso muy tierno para confortar su ánimo abatido, y consolarlo; mas lo que sobremanera edificó al carcelero fue que apenas dixo el viajante frase alguna que no fuese tomada de las santas Escrituras.
Concluido este acto, que tan caritativo había parecido, volvió el Barón a la posada; y mientras estaba comiendo entró la justicia, prendieron a las dos señoritas y a él, y en seguida fue llevado a la cárcel, en donde está bien custodiado inmediato a Kirschhof, de quien es cómplice y hermano carnal el supuesto Barón.
Se sabe de cierto que había venido a Osnabruck para tratar con él acerca del modo de escaparse. La dama que acompañaba a la Baronesa es una amiga de Kirschhof.
Este descubrimiento ha llenado de alegría a todas las gentes, y no dexará de influir mucho en la tranquilidad de Westfalia.
Ya en España, donde los testimonios de los atropellos cometidos por estos malhechores son innumerables, nos detenemos en uno de ellos ocurrido en Aranda de Duero, en abril de 1809:
Cansados los habitantes de los pueblos de esta comarca de sufrir las vexaciones que les causan algunas quadrillas de salteadores bandoleros, que con el falso pretexto de servir a la patria y de molestar a los franceses, se abandonan a todo género de excesos e infamias, robando a quantos caminantes encuentran, entrando en las poblaciones, y exigiendo de ellas fuertes contribuciones de dinero y víveres, y arrancando a viva fuerza a los infelices labradores sus ganados de labor; han resuelto tomar todas las resoluciones conducentes para exterminar esta canalla, y auxiliar por todos los medios posibles a las tropas francesas que andan en su persecución; las quales, en efecto, han logrado ya aprehender a muchos de estos perversos, y ahuyentar a otros; y esperamos que mediante la buena diligencia de las justicias y vecinos de los lugares, en breve nos veremos libres de semejante plaga.
El día 22 del corriente fue muerto a puñaladas, por no haber querido rendirse, en la villa de Fuentecén, el llamado Francisco Pecharomán, alias el Tuerto, que era cabeza de una quadrilla de salteadores asesinos, que con el título de descubridores han cometido todo género de atrocidades en la Castilla, haciendo mil extorsiones a los pueblos y a los viajeros.
Este malvado, con la quadrilla de 32 hombres que mandaba, entre los quales había 3 ingleses desertores, es el que a principios de este mes robó en las cercanías del puerto de Guadarrama a una multitud de arrieros y fresqueros, y el que no lejos de Olmedo despojó de quanto llevaban al regente de la Audiencia de Valladolid, a los diputados de la ciudad de Pamplona y a toda la demás comitiva que les acompañaba.
Su cadáver ha sido conducido a esta villa de orden del corregidor de ella, expuesto al público por 3 días, desquartizado después, y colocados su cabeza y quartos en los caminos reales de Madrid y Valladolid, para que sirva de escarmiento a sus compañeros.
A los vecinos que han quitado del medio a este perverso se les ha mandado dar una buena gratificación, y las gracias, por el celo y exactitud en cumplir las determinaciones de nuestro soberano, en que tanto se interesan la seguridad individual de los ciudadanos y la tranquilidad y sosiego de sus pueblos.
Por tierras cordobesas, en mayo de 1810, se intentó acabar con la partida del bandolero Ventura, que fue localizada en la provincia limítrofe de Badajoz, en Cabeza del Buey. Así se intentó su neutralización:
Con noticia que tuvo el día 27 de abril el comandante Boni, del 51º de infantería, de que la partida de Ventura, compuesta de 100 bandoleros a caballo, la hallaba en Cabeza del Buei, se encaminó a dicho pueblo el 28. En él supo que este foragido se había dirigido hacia Almadén, o Ciruela, con ánimo de juntarse con otro capitán de ladrones, llamado Isidoro Mil.
El comandante Boni continuó su marcha, y en Peñalsordo le informaron de que Ventura había pasado la noche del 23 al 29 en Garlitos. Inmediatamente resolvió marchar a dicho pueblo, pero apenas las tropas francesas le hubieron dado vista, quando Ventura se huyó a la sierra en el mayor desorden.
El capitán del 26º de dragones, que mandaba el destacamento de caballería, cerró con ellos, y les quitó todos sus bagages, ocho carros de cartuchos y algunos caballos, matando a tres hombres, y haciendo a uno prisionero. Ventura, que se retiraba a la Mancha por el Almadén, ha tenido que tomar otro camino. Se han cogido varios carros cargados de fusiles que los ladrones llevaban de repuesto.
A lo largo del siglo XIX, no faltaron noticias sobre las actuaciones estos forajidos. En Andújar, el 9 de septiembre de 1843, se supo del hecho notable protagonizado por los bandoleros en las inmediaciones de Bailén.
Ante estas persistentes circunstancias, el Gobierno debía actuar con el fin de acabar con estas partidas de delincuentes que atemorizaban sin cesar diversas provincias. Así, el 19 de enero de 1844, se publicó una Real orden circular a los jefes políticos para que bajo su responsabilidad formen las más estrechas medidas a fin de exterminar las cuadrillas de bandoleros que recorren algunas provincias, tomando las medidas que en ella se expresan.
En la Real orden se indicaba que era posible acabar con estos desmanes y daños mediante una actitud severa:
Las cuadrillas de malhechores que recorren impunemente algunas provincias del reino han llamado repetidas veces la atención del Gobierno de Su Majestad. Aunque semejantes crímenes provienen, hasta cierto, punto de la relajación social introducida por la última guerra y por las turbulencias públicas, no son de tal naturaleza que no alcancen a remediarlos una persecución activa y una severidad inflexible por las autoridades a quienes la ley confía la conservación de orden, y que forman el primer apoyo de la seguridad personal.
En la Real orden se cita el libro 12 de la Novísima Recopilación, donde se provee al descubrimiento y represión de los vagos, ociosos y gente mal entretenida, semillero constante del mal que ahora se lamenta; y las Reales instrucciones de 22 de agosto de 1814, 8 de mayo de 1815 y 10 de julio de 1817, aunque modificadas en gran parte por la índole de las instrucciones vigentes, ofrecen todavía a una autoridad celosa no pocos medios para contribuir al solícito anhelo de Su Majestad, que no puede mirar con indiferencia un estado que tanto cede en perjuicio de las comunicaciones y del comercio, y que, dando lugar a equivocados juicios, redunda, tal vez, en descrédito de la nación.
De este modo, a los Jefes políticos (luego Gobernadores civiles) se les dieron determinadas instrucciones, puesto que a ellos les competía todo lo relativo al orden público, dentro y fuera de las poblaciones, en el límite de su jurisdicción.
Se pedía, expresamente, que recordasen a los alcaldes las leyes recopiladas que hacen referencia a los ociosos, vagos y gente mal entretenida.
Además, los alcaldes serían responsables ante su autoridad superior de los robos y crímenes que en sus términos respectivos lleguen a cometerse por cuadrillas de malhechores o rateros. Esto era así porque los alcaldes, ante estos delitos, podían recurrir a la Milicia nacional y si fuera necesario, al ejército. Por tanto, si no lo hacían, eran responsables de no acabar con aquellos atropellos.
Además, se estimulaba el celo de los vecinos al conceder premio a todo aprehensor o descubridor de los perpetradores de robo a correo-gabinete u ordinario, ampliándola al caso de las diligencias o carruajes del servicio público.
Los Jefes políticos también pondrían a disposición de los alcaldes la fuerza de seguridad pública que pueda exigir la persecución activa de alguna cuadrilla de malhechores. Y si no fuese suficiente pedirían a la autoridad militar responsable el auxilio del ejército.
Varios meses después de esta Real orden, se creó la Guardia civil, que perseguiría activamente a estos malhechores. Como ejemplo de tantas actuaciones de la Benemérita en estas lides, sirva lo ocurrido en Toledo, el 25 de septiembre de 1856, como ejemplo de tantas otras actuaciones:
La partida de bandoleros de que hablé a usted ayer en mi carta ha salido de esta provincia acosada por la activa persecución de los pueblos y de la Guardia civil, para que los movimientos fuesen más rápidos, dio órdenes a los pueblos para que tuviesen carros dispuestos con el objeto de que la fuerza caminase día y noche, y sin cansancio pudiese entrar en combate al tropezar con los ladrones.
Con todo, aquellos grupos de bandoleros continuaron causando daños y temor en la población durante años, según numerosos testimonios. Así, en Córdoba, el 8 de diciembre de 1844 la partida de bandoleros de las campiñas, que parece mandada por Rogerio de Zambra, fue sorprendida junto a Luque, en un cortijo.
En Tarragona, el 21 de diciembre de 1844 se presentó en nuestro pacífico territorio una partida de 12 a 15 bandoleros capitaneada por el rebelde Baldrich.
Y en Tortosa, el 19 y 20 de noviembre de 1848, a consecuencia de la persecución que sufría el cabecilla Vericat, se presentaron nueve de sus bandoleros acogiéndose a indulto.
Por María Almudena Serrano Mota, directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca