Cristina García Rodero presenta su España Oculta en Cuenca
La España Oculta, aunque presente en un buen número de fotografías, me pareció seguir estando escondida en el ambiente tras las imágenes, en blanco y negro, realizadas por Cristina García Rodero hace más de cincuenta años cuando, cámara en ristre, la de carrete de aquellos años sin motor ni pizca que se le parezca, y de pueblo en pueblo, se le abrió en canal lo que para la gente de entonces era su vida pasional heredada de sus antepasados. Ritos, costumbres y ceremonias que, año tras año, se repetían como calcos hasta llegar, prácticamente sin tinta, a esta España vaciada fruto del aislamiento, de la emigración, del hartazgo del trabajo en el campo, del cierre de escuelas, del sin futuro y del reclamo de los que se fueron aprovechando la llamada de los Planes de Desarrollo de López Rodó. Viajeros que, en sus maletas medio vacías, llevaban también cuarto y mitad de tradición recién medida con aquella romana que quedó colgada, medio escondida en la despensa que había poco más allá de la alacena en la que reinaba el aparato de radio dejando, para el hoy, lo que aquella España Oculta comienza a ser reclamo turístico de masas que, el día menos pensado, abre las puertas a las recreaciones.
La España Oculta, aunque presente en no sé cuántas fotografías, 159 creo, que desde el pasado 14 de febrero se pueden ver en varias salas del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, hasta el 11 de mayo, no es tal cosa para los que tenemos ya cierta edad y más si, de joven, viste aquella película titulada “Mondo Cane” que tradujeron al español como “Este perro mundo” en la que, las estructuras sociales y culturales, se desnudan de prejuicios hasta martillear, a base de preguntas, dónde están las diferencias de lo nuestro y de lo aquello porque, prácticamente, salvando distancias y miles de kilómetros, es lo mismo.
Ensimismado en las imágenes y dejándome llevar por mis propios recuerdos, me encontré cara a cara con Cristina García Rodero que, minutos después de las cinco de la tarde, accedía al Museo para inaugurar su exposición en medio de un gentío, muy joven, que se había dado cita por ver, de cerca, a la Premio Nacional de Fotografía en 1996 y a la primera española miembro de la prestigiosa agencia Magnum.
Como pude, porque quería quedar con ella para entrevistarla, avancé sin miramientos al tiempo que le daba la bienvenida a Cuenca.
Hola, respondió. Llego un poquito tarde.
Cristina, quiero que sepas que, yo, en la década de los años 80, realicé para Radio Nacional de España una serie de programas que bien podrían pertenecer a tu España Oculta porque, la temática, la búsqueda, las vivencias son las mismas. Bueno, tú grabando imágenes y, yo, grabando entrevistas y sonidos varios.
No me digas. ¿Y no me viste por ahí?, ¿Tan bajita soy que no me viste?, respondió
Nooo, le dije entre los achuchones de la gente y a pie de una escalinata que parecía gótica. Es que yo estaba recorriendo Castilla La Mancha buscando fiestas, rarezas como los Bailes de Ánimas, los Perlés, Morraches, Carnavales de Ánimas, Cruces de Mayo, la Salve que rezan en La Caballada, las Danzas de Majaelrayo, el Juego de las Caras del Viernes Santo en Calzada de Calatrava, los Botargas, los Diablos, las Romerías…En una de ellas, una mujer, en Méntrida, iba de rodillas por el camino, sangrando y con las medias destozadas…
Oh! ¿Y no me viste por ahí?
Solo me dio tiempo a decirle que, al final de la presentación, quería entrevistarla porque, como por ensalmo, a pesar de haber salido de una neumonía que le impidiço en febrero -como diría más tarde-, desapareció escaleras arriba para encontrarse una sala abarrotada de público, muy joven, que la esperaba expectante y, ante la sorpresa, ante el impacto de semejante visión, abrió su cámara bucal, controló el diafragma y disparó a sabiendas de que, el auditorio, merecía el mensaje: cuanta gente joven. Pues sabed que es muy importante escoger en la vida aquello que te gusta de verdad porque, si te gusta, tú vas a ser, vas a intentar perfeccionar y a disfrutar con lo que estás haciendo. Lo más importante, de verdad, es que te preguntes para qué valgo yo, qué es lo que me gusta hacer y, después, prepararte para ello y pedir ayuda porque, cuando se es joven, se tienen tantas ideas, tanta fuerza, tantas ganas de hacer cosas pero, estás tan pelado, tan pelado, tan pelado que, bueno, lo compensas aguantando y, así, llegas a dormir en donde sea, a comer lo que sea porque el bocata siempre está presente, estar con ropa eh, barata, como sea, pero sí, el primer requisito es, de verdad, eh, saber que quieres en la vida y luchar, y luchar, y luchar y creer en ti mismo, pensar que puedes y que, como puedes, lo vas a conseguir. Yo, cuando comencé, dije qué maravilla. Lo que estoy encontrando en un año, qué voy a hacer yo en un año, no puedo hacer nada porque se me acaba la beca. Quizás cinco años porque, las cosas, se repiten en el tiempo pero, cinco años se convirtieron en 15 y, con esto, os quiero decir que no tengáis prisa, no tengáis prisa y creer en vosotros mismos. En mí, todo el mundo decía “esta chiquitaja va a durar dos años, esta se nos casará como todas, eh, va a durar dos años. Pues todos lo fueron dejando y yo seguí porque amo mi trabajo y, eso, me da mucha fuerza.
Cristina estaba lanzada revelando imágenes de una vida llena de vivencias, de emociones, de sustos y de sorpresas. Si no hay cariño, si no hay ganas de hacer las cosas, dan ganas de tirar la toalla, dijo. Somos una nación privilegiada, podemos hacer muchas cosas comparadas con otros países, pero falta algo y ya podían los políticos mirar un poco mejor para que tanto talento, como hay en España, salga adelante. Las becas son algo importantísimo cuando se es joven porque son las que te hacen cambiar, irte de tu comodidad. Conocer otras cosas, países, gentes que, como tú, tiene los mismos deseos de hacer algo que merezca la pena pero, vuelvo a decir, tenéis que confiar en vosotros porque si no, seréis como los compañeros que tiraron la toalla.
Con el dinero que ganaba, dijo Cristina, me lo gastaba en viajar, en entrar en lo desconocido y, en ese ambiente, para entrar en materia, en esa España Oculta, comenzó a repasar el ciclo festivo haciendo referencia al carnaval que, como sabemos, nace en Europa, se va a América y, de América, nos trae una imagen del carnaval que no tiene nada que ver como su nacimiento. Ahora, mucha gente pensará que el carnaval es Río, eh, y no que son los griegos o que son los romanos o que, eh, está vivo en todos los pueblecitos de todo el mundo y, el sentido que tiene, es el desfile de la chica con poca ropa, bellísima. Pues esa es la exportación que hace la cultura. Que va y viene, que se contagia de unos sitios a otros y, bueno, como os decía, este trabajo empezó gracias a la beca, que no me cansaré de decirlo, por lo importante que fue el que te encuentres con un dinero, con gente que ha confiado en ti y te ha dado la oportunidad de hacer aquello con lo que tú sueñas.
Pues esa es la exportación que hace la cultura. Lo dijo rememorando, sin duda alguna, que el principio de toda transmisión, cultural o no, es gracias a la tradición oral, al boca a boca de generación en generación sin olvidar la importancia de los viajeros y, de ellos, la transmisión de los pastores trashumantes porque, ¿cómo explicar que, a cientos de kilómetros, encontremos figuras emparentadas entre sí en el folclore nacional?
La España Oculta de Cristina García Rodero, es la España de la niñez de la gente rural que, hoy día, ronda los ochenta años. La que vivió la ayuda americana en las escuelas de queso, mantequillas y leche en polvo. La que, el Jueves Santo, llevaba a un Cristo muerto, en un ataúd de cristal, hasta las puertas del cementerio mientras las mujeres, sí, las mujeres, cantaban el perdona a tu pueblo iluminando el camino con velones y el sonido de carracas. Ecos de un mundo que, como he dejado escrito, ha caído en el interior de lo que llaman la España vaciada en la que faltan los que protagonizaban el rito, la fiesta verdadera. Los que quedan, lo hacen para seguir, como pueden, lo que heredaron de los mayores porque, los que regresan, los nietos de aquéllos otros, lo hacen por el reencuentro que es como llamamos, ya, a las fiestas patronales.
Ahí siguen, sí, aupados por los medios, los poderes y el atractivo turístico. Siguen los empalaos, los colachos, los cascaborras, los botargas, danzantes de todo tipo, los picaos aunque cada vez haya menos rogativas para que caiga lluvia, menos exvotos y, fuera de uso, esa imagen en la era en donde, una niña, duerme en la trilla mientras sus padres faenan aventando y cribando aunque los jóvenes de hoy, no sepan qué era una criba, un celemín o una zoqueta.
Hacía calor, insoportable a veces y, Cristina, de foto a foto, explicaba el milagro de la captura. Esta, la de Cuenca, es porque el nazareno se me acercó y me dijo que estuviera atenta porque iba a hacer un salto mortal. Y lo hizo. La suerte es que pudo disparar. Esa otra, la de la paloma en el capuz, es porque ese hombre le daba de comer con su boca pero, en el momento del disparo, salió ese otro con la botella de vino. Daba gusto escuchar a Cristina como gusto da recibir una lección magistral de alguien que ha vivido tanto.
-Y, ¿Quién es tu guía en esto de la fotografía?, preguntó alguien que, desde mi distancia, asocié a Bellas Artes o a algo así.
La García Rodero, sin inmutarse, recordó a su padre, dijo que tuvo su primera máquina, una cámara a los 16 años, citó a varios fotógrafos de la época sin olvidar a algunos del terruño como a Lobarto y sus trabajos en Bercianos de Aliste, a Dolcet Santos y los Empalaos de Valverde de la Vera y, como estaba yo en fuera de juego, muy lejos, me quedé con las ganas de exponer sobre el auditorio el que, por encima de la imagen, del disparo, está la sorpresa del mundo nuevo, de esa España Oculta, la emoción, la vivencia, el flechazo y el sentimiento que pones antes de pulsar un disparador cualquiera: “Intenté fotografiar el alma misteriosa, verdadera y mágica de la España popular, con pasión, amor, humor, ternura, rabia y dolor, con verdad; los momentos más intensos y llenos de vida de unas personas tan sencillas como irresistibles, con toda su fuerza interior, en un desafío personal que me dio fuerza y comprensión y en el que puse mi corazón ».
A las siete menos diez, con su desparpajo habitual, tras poner vida a su España Oculta foto a foto, dijo que, contra su voluntad, se tenía que marchar porque, un Ave, la devolvería a Madrid y, así, fue como me quedé sin entrevista. Menos mal que me facilitó su número de teléfono y, uno de estos días, cuando pase la Semana Santa, la entrevistaré por teléfono para nuestros lectores.
Ella, Cristina, hizo miles de fotografías. Yo, en los años ochenta, hice más de cien programas de una serie que titulé, “Mi tierra, mi gente”, usando, como sintonía, esa canción de Aute.
José L. Muñoz Martínez
Vídeo. Cristina García Rodero presenta su España Oculta