El 10 de enero de 1838, José Seligrat, vecino de la villa de Cañete y estanquero de la misma por la Hacienda Nacional, denunció el asalto y robo de efectos de su estanco, hechos que sucedieron habiendo sido imbadida esta población por un Batallón de facciosos al mando del llamado comandante don Fernando Duart.
Según manifestó el estanquero en la instancia que dio origen al expediente, un grupo de facciosos se personó en mi casa estanco a recoger los tabacos, y manifestándole yo no quedaban más que como unas dos libras, y que lo demás se lo había llevado el Administrador con el dinero, en la noche del mismo día volvieron y con grandes amenazas me obligaron a sacar de donde tenía ocultas tres libras de cigarros mistos y diez de Virginia, que todo son trece libras las que se llevaron, manifestándome y ofreciendo dar recibo de ellas.
Ya de mañana, y viendo José Seligrat que los facciosos se iban a ir de Cañete porque tocaban a marchar, acudí, y a presencia de los regidores Benito Escamilla y Manuel Mayordomo, la de don Román Collado, Faustino y Manuel Ruescas, de esta vecindad, me estendieron el recibo que en debida forma exivo, habiendo visto y tocado los testigos los cigarros que en un saco cargaron en una caballería.
El tabaco que se robó al estanquero suponía varios cientos de reales, cantidad nada despreciable, y que él no debía perder, es más, debía justificar el hecho ante la Administración de Hacienda, concesionaria del estanco. De ahí que procurase recabar esa prueba documental, el recibo firmado por el responsable de la facción de carlistas, para que se le abonase el importe del tabaco.
Con este testimonio, solicitó que se recibiese declaración a los dichos don Román Collado, Faustino y Manuel Ruescas por el tenor de este escrito, y que los dos mencionados regidores informen, también, sobre lo que presenciaron. Y, evacuado todo, se me entreguen las diligencias originales con el recibo para el uso que me convenga en justicia.
En efecto, el expediente continúa con las diligencias y dando fe el secretario del recibo que firmaron los facciosos del tabaco recibido, y con la declaración de los testigos llamados ante el alcalde de Cañete.
El primero en declarar fue Manuel Mayordomo Vidal, regidor, que dijo que era cierto que por José Seligrat, estando para marchar la Facción que se menciona, fue llamado a casa de Juana Valero, donde estaba alojado el Abanderado, para que como regidor viese se le llevaban los cigarrillos, que en efecto vio, y tocó en un saco cargado en la caballería los paquetes de cigarros, viendo el recibo que se le acavava de hacer de la entrega, que es el mismo que ahora se le presenta, pero que el deponente no vio contar los paquetes, aunque por el vulto no dejó de conocer que habría las trece libras que se mencionan, y así mismo lo manifestaron los facciosos.
El siguiente en declarar fue Benito Escamilla, regidor, quien relató que pasando casualmente por la calle de la casa de Juana Valero, viuda, de esta vecindad, fue llamado para que viese los tabacos que se le habían extraído al estanquero Seligrat, que en efecto vio y tocó, en un saco cargado en la caballería, una porción de paquetes, que aunque no los vio contar, por el bulto conoció habría las trece libras que oyó decir a los facciosos había entregado, y que de ellas le acavavan de dar recivo por el Gefe encargado.
Según declaró, la facción estaba compuesta de unos setecientos a ochocientos hombres.
Otro testigo fue Faustino Ruescas quien declaró en los mismos términos y añadió que vio le dieron recibo al Seligrat, expresando los facciosos había entregado dichas trece libras, y que esto fue a tiempo de que la facción ya estaba para marchar, y en la casa de la viuda Juana Valero.
El último declarante, Román Collado, incidió en algún detalle más: y en efecto, habiendo pasado en la casa de la viuda Juana Valero, observó y vio estender el recibo de trece libras de cigarros que había entregado a los facciosos.
Una vez recibidas estas declaraciones testificales, las diligencias se entregaron al estanquero, con el recibo, que José Seligrat debía presentar en Hacienda, con el fin de justificar la obligada entrega del tabaco a la que le obligaron los facciosos.
Sin embargo, tuvieron que pasar hasta 5 años para que se resolviera el asunto del robo del estanco. El 28 de marzo de 1843, la Junta de Gefes de Hacienda acordó que el expediente se enviase al Administrador de Cañete, con el fin de que el interesado solicitase el dictamen del Procurador Síndico General.
El procedimiento continúa a petición de Andrea de la Cruz, esposa de José Seligrat, a la que se entregó el expediente por ausencia del estanquero, que solicitó que el expediente se confiase al Procurador Síndico para que por su parte lleve a efecto lo que del mencionado decreto le corresponda y que, hecho, se me devuelva todo para entregarlo al Administrador síndico.
Tomás Auñón Lucas, que era el Procurador síndico, expuso que nada tiene que esponer contra la justificación precedente, pues le consta la veracidad, honradez y providad de los testigos.
El 13 de mayo de 1843, José Vinuesa, Administrador de Cañete, manifestó lo siguiente:
En cumplimiento de lo mandado en el anterior decreto debo manifestar que antes de ocupar las fuerzas carlistas esta villa a pie firme, hacían varias entradas en las que hicieron el robo que motiva este expediente, pero como no me hayan entregado, ni yo podido saber el paradero del libro y libretes del año del mencionado robo, no puedo dar cumplimiento a la Real orden de 25 de agosto de 1840.
Y en quanto a la conducta del estanquero, José Seligrat, me consta es hombre de probidad y en el tiempo que ha tenido el estanco siempre me a dado buena cuenta.
Finalmente, la solución llegó el 14 de agosto de 1843, fue acordado en Junta de Gefes el abono de los efectos estancados que resultan en este espediente, estraidos por la facción. El importe de todo fueron trescientos cuarenta y ocho reales, que se debían remitir para descargo en la cuenta que corresponde¸ una vez que se tomó razón en la Contaduría. De lo que no queda constancia en el expediente es que esa cantidad, en efecto, se recibiese.
Por Mª de la Almudena Serrano Mota. Directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca