Un programa con base cultural y religiosa, lleno de tradición y patrimonio, que se complementa a la perfección con la gastronomía local propia de esta época del año. La Semana Santa de Aranda de Duero (Burgos) aspira a que su potencial sea reconocido muy pronto con la distinción de Fiesta de Interés Turístico Nacional. El Ayuntamiento de la ciudad y la Coordinadora de Cofradías trabajan desde hace meses para conseguir ese reto, ya que la capital de la Ribera del Duero puede presumir de numerosos atractivos, reclamos religiosos, culturales y artísticos que se desarrollan durante la semana de Pasión. Desde el viernes de Dolores hasta el Domingo de Pascua, en sus calles se acumulan instantes que quedan para el recuerdo entre el fervor, la emoción y el disfrute.
Más de 3.000 cofrades procesionan en un total de nueve hermandades, acompañados de 16 conjuntos escultóricos con imágenes de altísimo valor, y con ocho bandas de música propia que interpretan los acordes de sus marchas procesionales. “Queremos que nuestra Semana Santa llegue a muchos más sitios y se conozca, creemos en su riqueza y valor. Desde luego, tiene todos los ingredientes para convertirse en fiesta de Interés turístico Nacional”, ha destacado el concejal de Promoción y Turismo, Juan Manuel Martín. El responsable de Turismo destaca la calidad y variedad de la programación resaltando el gran número de visitantes que se reciben cada año y augurando que, en esta ocasión, “esperamos una muy alta ocupación en la ciudad y comarca, mejorando los datos anteriores”.
La Semana Santa de Aranda cuenta ya con el reconocimiento a nivel regional y tiene como acto más destacado y singular la tradicional Bajada del Ángel del Domingo de Resurrección. Una representación que se ha conservado en apenas tres localidades españolas, lo que le hace cobrar especial interés. En el caso de la capital ribereña, marca su personalidad la espectacular fachada de la Iglesia de Santa María, escenario del que desciende el Ángel, un niño o niña de entre tres y cinco años que será el encargado de anunciar la Resurrección de Jesucristo. El pequeño, deslizándose sobre una maroma colocada a unos siete metros de altura, se sitúa sobre la imagen de la Virgen, desciende hasta ella para quitarla el velo negro que cubre su rostro, contemplando enfrente la imagen de su hijo resucitado, una espectacular talla realizada hacia 1600. Diversos artículos sitúan el origen de la escenificación en la época medieval.
La ceremonia del Descendimiento es otro de los momentos imprescindibles del programa en la tarde de Viernes Santo. En el presbiterio de la iglesia de Santa María se sitúa una imagen-articulada de Cristo del siglo XVII, para ir procediendo a desenclavarle y bajarle de la Cruz, con una meditación entorno a la Pasión. La procesión del Silencio del Cristo del Milagro portado a hombros el Jueves Santo, la Ceremonia de El Encuentro entre Jesús Camino del Calvario y Nuestra Señora de los Dolores el Martes Santo, y la procesión de la Soledad y el Cristo de la Salud con la despedida de la Madre al Hijo en la del Sábado Santo, son otros de los momentos a tener muy en cuenta dentro del plano más religioso de la Semana Santa arandina.
En otras vertientes, destaca la representación teatral de La Pasión, en la víspera del Domingo de Ramos, cuando decenas de actores recrean los últimos días de la vida de Cristo en el Centro Cultural de la Fundación Caja de Burgos. La dulzaina castellana también pide protagonismo dentro de la programación, uniéndose a la vertiente religiosa gracias a la Meditación de las Siete de las Palabras, en la tarde del Jueves Santo en la iglesia de Santa María.
Tradición gastronómica
La gastronomía es otro de los puntales que complementan las experiencias en la Semana Santa arandina. Degustar la limonada de vino y las torrijas de Cuaresma son rituales obligados dentro de la programación de la Pasión. Incluso existe una ruta por establecimientos hosteleros donde se podrán hacer paradas ‘obligadas’ con el fin de coger fuerzas para poder seguir disfrutando de la procesiones y actos varios.
La limonada de vino o limonada de Semana Santa se elabora con una mezcla de vino tinto y rosado D.O. Ribera del Duero al que se le añade en un cuenco azúcar, cáscara de limón troceada y canela, dejándose macerar durante un par de días, para servirse frío. Por su parte, la ‘torrija de Cuaresma’ se prepara cortando rebanadas de pan del día anterior que se
sumergen en una mezcla de leche hirviendo, azúcar, canela en rama y cortezas de limón. Una vez bien empapadas, se rebozan en huevo y se fríen. Cuando están un poco doradas, se depositan en una bandeja con papel absorbente, para eliminar aceite. Se sirven templadas o frías, presentadas con azúcar y canela espolvoreados o miel.