En una era en la que la planificación urbana pretende reinventar el tejido social y convertir las ciudades en oasis de tranquilidad, la reciente decisión de habilitar amplias calles peatonales ha sido, sin duda, un hito… para algunos, una muestra de progreso; para otros .como el que escribe -, una ironía patente.
Lo más sorprendente es que, en pleno esfuerzo por desterrar el ruido y la contaminación vehicular, se ha permitido la circulación de camiones repartidores de bebidas alcohólicas destinados a los Pups nocturnos y la marcha interminable con sonidos exasperantes.
Sí, esos mismos vehículos que, con su imponente presencia y el estruendo de sus motores, irrumpen en lo que se suponía iba a ser un refugio exclusivo para los peatones. Ruidos de motores cuando no pitidos insufribles de claxon para que les dejes pasar, lo cual tiene guasa de la peor. Que los hay, y a porrillo. La lógica detrás de esta insólita medida es tan arcana como contradictoria.
Por un lado, los urbanistas promueven las calles peatonales como espacios de convivencia, relajación y seguridad, un respiro del caos cotidiano.
Por otro, la administración decide que la frescura y el deleite de una bebida alcohólica deben llegar directamente a los Pubs, esos guardianes del orden que, al parecer, no pueden prescindir de un toque de «alegría etílica» para cumplir con su labor.
¿Acaso se quiere que la tranquilidad del paseo se mezcle con el bullicio festivo de un camión que se detiene para descargar botellas, como si la ciudad se convirtiera en un escenario de circo moderno?
La polémica medida ha encendido una discusión que se extiende por toda la ciudad. Mientras unos ciudadanos se ríen de lo que consideran una ingeniosa estrategia para fomentar el movimiento y la economía, otros alzan la voz en protesta contra lo que ven como un insulto a la lógica urbana.
Con tono sarcástico, algunos afirman que, si se quería promover la hidratación y la camaradería, bastaría con instalar dispensadores automáticos de alcohol en cada esquina (lo que yo no veo una mala idea, para los abusadores de alcohol), en lugar de permitir que enormes camiones transformen las calles en verdaderas autopistas de fiesta.
La convivencia entre el orden peatonal y el desorden vehicular se ha convertido, sin lugar a dudas, en el tema de conversación preferido en esquinas de cafés, plazas y foros virtuales.
En defensa de la medida, las autoridades aseguran que la integración de estos camiones en las calles peatonales es una solución innovadora que combina funcionalidad y entretenimiento. Importándoles tres carajos los paseadores habituales, fueren o no vecinos de tales calles.
Según ellos, la entrega directa de bebidas alcohólicas a los Pubs refuerza el espíritu de equipo y garantiza que la seguridad se mantenga en niveles óptimos, incluso en situaciones de alta tensión. Con un discurso que roza lo estúpido, sostienen que el estruendo de los motores y la inusual logística de las entregas son elementos necesarios para despertar la creatividad en el urbanismo, y que, al final, el beneficio social y económico justifica cualquier aparente contradicción. ¡Discurso estúpido, falso y bocachanclas!
La imagen de estos camiones surcando las calles peatonales se ha convertido en el emblema de una ciudad que no teme reírse de sí misma.
Los memes, las bromas y los comentarios sarcásticos en redes sociales no dejan de proliferar, haciendo de esta situación un fenómeno cultural digno de estudio.
¿Qué sigue? ¿Un carruaje de vino en lugar de autobuses turísticos? La creatividad popular parece no tener límites cuando se enfrenta a políticas urbanas tan absurdas e insensatas. ¡ Un voto, tres botellas de cubatas de garrafón!
La imagen de estos camiones surcando las calles peatonales ha calado hondo en el imaginario colectivo, convirtiéndose en un símbolo involuntario de la modernidad absurda y sin fuste.
Los memes, las bromas y los comentarios sarcásticos en redes sociales no dejan de proliferar, haciendo de esta situación un fenómeno cultural digno de estudio. Quizás, en este cruce de innovaciones y contradicciones, se halle la clave para entender cómo el progreso urbano se transforma en una comedia de errores que nos obliga a reírnos de la seriedad de nuestras propias instituciones. Al fin y al cabo, en una ciudad donde lo insólito se presenta a cada esquina, el humor se erige como la mejor respuesta a las paradojas del tiempo moderno.
En definitiva, la alianza entre la modernidad urbana y la tradición de una buena copa se presenta como un experimento audaz, cuyo desenlace solo el tiempo podrá descifrar.
¡Simplemente inigualable! ¡Simplemente ejemplar! ¡Simplemente…real!
Firma invitada: Francisco R. Breijo-Márquez. Doctor en Medicina.