Un lector de mi artículo “Quitar el tren y coser Cuenca para darse otro pelotazo” del pasado 10 de septiembre, comentando su contenido dice: “Es evidente su animadversión a todo lo hecho hasta ahora… a usted nada la parece bien, ¿dónde habría ejecutado las obras públicas a las que hace referencia? Gracias y saludos”. Voy a dedicar estas líneas a responder a Enrique, que es el nombre del amable lector.
Por mi parte no hay animadversión a lo hecho, sino al cómo se hace. En democracia la cuestión que debemos plantear a los políticos no es solo dónde ejecutan las obras públicas que pagamos con nuestros impuestos, sino cómo deciden su ejecución. Nunca me he presentado como candidato a unas elecciones, pero en la hipótesis de que la ciudadanía me hubiera elegido para actuar en su nombre y representar sus intereses, lo primero que haría ante asuntos importantes es consultar su opinión. Porque en un sistema democrático quienes gobiernan deben tener en cuenta la opinión y los intereses de las personas a las que representan.
De acuerdo con este planteamiento, cuando se analiza con alguna parsimonia la actuación de los dirigentes de los dos partidos políticos mayoritarios sobre la supresión del tren, la estación del AVE, las obras del nuevo hospital y construir el bosque de cristal y acero se comprueba que estos temas los deciden en comandita, sin consultar ni tener en cuenta la opinión ciudadana.
En el asunto de la clausura del ferrocarril, recordemos que existía un acuerdo unánime de los plenos del Ayuntamiento de Cuenca y de la Diputación solicitando la reparación de los daños causados por la tormenta en la línea férrea Aranjuez-Cuenca-Utiel. Sin embargo, el alcalde, Dolz, y el presidente de la diputación, Chana, cambiaron de opinión y se pusieron de acuerdo con el gobierno autonómico y estatal para cerrar el tren regional Aranjuez-Cuenca-Utiel, yendo en contra del programa de los partidos y de los ayuntamientos de los pueblos por donde discurría el tren, como si no tuvieran relevancia. Se planteó consultar a la ciudadanía sobre el futuro del tren y se rechazó. De manera que el cierre de la línea fue, con la complicidad de la oposición, un abuso de poder y una obra maestra de cómo los partidos políticos nunca deben actuar en una sociedad democrática
Respecto al Ave, si el ferrocarril no podía compartir la estación del centro de Cuenca como en Albacete, los dirigentes de los dos partidos políticos deberían haber planteado otras opciones. Lo más democrático habría sido debatir y consultar la opinión ciudadana, pero los partidos lo descartaron. La cuestión que surge es ¿alguien cree que la ciudadanía habría escogido ubicar la estación del AVE cerca del vertedero, a más de cuatro kilómetros del centro urbano?
La idea de la construcción de un nuevo hospital de más de 200 millones en Cuenca surgió como tema para ganar unas elecciones. Se perdieron, pero el proyecto lo mantuvieron ambos partidos sin discusión, cuando lo más democrático habría sido consultar a la ciudadanía de Cuenca lo siguiente: ¿Prefiere la reforma proyectada por la Junta para el hospital Virgen de la Luz por algo más de 30 millones de euros con una buena dotación o inaugurar un nuevo hospital de 200 millones dentro de más de quince años con similar dotación, cerca de la planta de aguas residuales?
Por último, respecto a invertir 8 millones de euros para construir a orillas del río Júcar el “bosque de cristal y acero”, la consulta previa a la ciudadanía era indispensable. Imaginemos que las personas consultadas hubieran aprobado la obra y propusieran otro lugar para su ubicación. Pues bien, la ventaja de que las gentes de Cuenca apoyaran el bosque de acero es que se sentirían orgullosas y tratarían de que sirviera para algo.
De lo expuesto, se deduce que, en mi opinión, la participación es fundamental en democracia. Las obras públicas tienen que decidirse con menos opacidad, más participación y transparencia, para crear una ciudadanía activa, bien informada, que no se siente excluida de la política, de las instituciones, ni de los medios de comunicación y esté habituada a participar en las decisiones que afectan su vida.
Opinión de Fernando Casas Mínguez