Nos dice la Biblia que la palabra “loor” es la expresión verbal que se hace de las cualidades y bondades de algo; y nos dice el diccionario que este término define a esas alabanzas en agradecimiento o por su condición reconocida.
Y es que, amigos, la gratitud une y da sentido a la vida, sin más. Ahora bien, para que así sea y tenga el valor que debe, hay que sentirla y expresarla con el corazón. Y eso es, ni más ni menos, lo que un servidor en el uso de la palabra escrita, quiere manifestar en este contexto. Mi tremenda gratitud a un pueblo, Huélamo, que ha querido manifestar su sentimiento nombrándome Hijo Adoptivo, su más alta cualificación municipal, sin más prueba que mi desinteresada labor por hacer cultura, por hacer crecer sus valores –esos que le definen-, y esos mismos que le hacen ser un lugar generoso y hospitalario como rincón de nuestra Serranía Conquense en el que sus vecinos hacen gala de honestidad, sencillez y costumbrismo, señas claras de identidad y pasión.
Tal vez, cuando la gratitud es absoluta, las palabras sobrarían; pero no puedo ni debo de dejar pasar esta oportunidad para corresponder con la modesta sensación de creer en el espíritu de la bondad, del derroche de generosidad de una Ayuntamiento, unos concejales, un pueblo y unos corazones, los que ahora deberán ser –por mi parte- contestados con mayor esfuerzo y sentimiento.
La vida ha estado y está a nuestro servicio como la amistad, la lealtad, las enseñanzas que recibimos, las manos que cuidaron de nosotros cuando estábamos enfermos, y en ese deambular de cada camino vital, aprendemos, sentimos como valorar el lado bueno de la vida, ayudando a regular nuestro estado físico y psíquico, porque de nada serviría tener grandeza, ser importante, llegar a lo más alto, enriquecerse económicamente, si luego, nuestro corazón es pobre, nuestra mente está vacía de valores y nuestro esfuerzo es mínimo.
Por eso, la bondad sigue estando ahí, aunque a veces no se ve, está escondida, y para quienes creen que ser agradecido es síntoma de debilidad, o para quienes creen que el bien del contrario ha de ser repudiado por envidia o necedad, el agradecimiento es prueba de grandeza. Sabéis, la gratitud es un lenguaje que pueden oír los sordos y ver los ciegos, porque sale del sentimiento y es una forma más allá del pensamiento porque intenta sacar de nuestro interior lo mejor que tenemos.
Huélamo, es un lugar humilde, pueblo pequeño en habitantes y grande en humanidad, en historia y en excelencias, por eso, uno se siente feliz, orgulloso, agradecido y reconfortado. Sin embargo, todo ser humano recompensado debería tener presente lo que el sabio Tagore siempre dijo “agradece a la llama su luz, pero no olvides el pie del candil que paciente la sostiene”.
Loor a Huélamo, porque entre sus casas blancas, sus rejas llenas de arte y singularidad, sus manantiales inagotables entre fuentes y torrentes, sus rincones floridos, su Virgen del Rosario, sus balconajes al Júcar, sus jardines olorosos, su castillo como fortaleza del recuerdo, sus calles y callejas enhiestas en el paisanaje y todo un sinfín de valores patrimoniales, alberga corazones intrépidos de personajes que dejaron huella en las páginas del pasado, pero también, acoge ahora, a muchos otros personajes, promesas en deporte, música, baile, danza, cocina y tradiciones; y por si fuera poco, atesora entre sus portales, “gente sencilla y buena” que hace de su humildad, bandera de futuro y camino de progreso. Gracias amigos por hacerme uno de vosotros. Ser huelamero es una honra que privilegia el camino de la vida.
Por Miguel Romero Saiz