Quizá sea porque no puedo dejar de ser “Juez y Parte” cuando leo u oigo alguna noticia más o menos efectista, ostentosa y amarillenta, relacionada con el oficio que escogí y que me da de comer (y alguna cosilla más). Quizá sea por eso.
El caso es que, cuando leo u oigo tales noticias – nada contrastadas, sin fuentes de información que resulten fidedignas donde poder beber y cotejarla- con el único propósito de obtener más impacto de lectura y así dar más alpiste a comer a las impepinables casas publicitarias, me cabreo un montón. Se me revuelven las tripas, cuento hasta los quinientos -o más – y lo expongo donde sea menester. En otro caso podría reventar de asco, y tampoco es cuestión de empantanar el patio ni a la parroquia vecina.
Este tipo de noticias a las que me refiero no son inherentemente perjudiciales por el contenido que emiten (extremadamente fácil de demostrar su falsedad) sino por la gran cantidad de esperanzas que pueden engendrar en personas que, directa o indirectamente, pueden estar afectas por la dolencia y que se quedarán, indefectiblemente, en agua de borrajas, con el consiguiente amargo desconsuelo del afectado y sus allegados.
En esta ocasión me estoy refiriendo a una noticia que – posiblemente sin otro ánimo que ser esperanzadora – puede llegar a dañar mucho al individuo sufriente y sus familiares de una enfermedad tan difundida y renombrada por la inmensa mayoría del personal y a la vez tan poco comprendida en sus más intimos mecanismos por el personal especializado, al menos totalmente y no a retales: EL ALZHEIMER.
Me topo de bruces con un titular que anuncia lo siguiente (sic):
«Científicos estadounidenses encuentran una forma de revertir el Ahlzeimer: Un nuevo tratamiento realizado a una decena de personas que padecen de la enfermedad ha dado resultados positivos. La cura definitiva para este mal podría descubrirse pronto».
¡Guau! Me la sorbo entera en un pis pas. Con sorpresa, ilusión y mucha curiosidad en saber más sobre tal enfermedad y los avances en su tratamiento que –aún no siendo de mi especial conocimiento –está ocurriendo a millones de personas en el mundo. Es decir, es probable que , a la chita callando, pueda estar sucediéndole a uno mismo, o a familiares muy cercanos sin darnos la menor cuenta; así …¡de tapadillo y traicioneramente! A usted también amigo lector…podría ser.
Máxime que tiene un comienzo muy insidiosos y una progresión , lenta, pero inexorable, hacia la pérdida total de conexión entre el sufriente y la Realidad circundante. La prevalencia mundial alcanza los 30 millones de afectados en el mundo, según los que Prince MA y cols. publicaron en “World Alzheimer Report 2014 Reino Unido, Enfermedad de Alzheimer Internacional 2014”, y de cuyo estudio me fío mucho.
Pues, amigos lectores, mi gozo en un pozo negro y profundo.
Conforme avanzo en mi lectura, mi cabreo sube de tono en proporción directa a la misma. Y eso que el titular convidaba a lo ilusionante, pero –como en la mayoría de estos relatos- la ilusión se quedó en otra quimera sensacionalista más.
Me quedo ‘ojiplático’ (tan de moda la palabreja) al leer que el estudio abarca a ¡Diez! personas. De 30 millones de afectados, solo diez personas fueron estudiadas. ¡Con un par!
Y sigue (sic, también): Al respecto de este sorprendente descubrimiento, Dale Bredessen, doctor a cargo del milagroso estudio, refirió: «pacientes que habían tenido que abandonar su trabajo intermitentemente (debido a que padecen de Ahlzeimer) han podido regresar al trabajo, y aquellos que empezaban a sentir sus efectos durante su jornada laboral, han mejorado su rendimiento». Y sigue siguiendo: “En un artículo publicado en un medio de salud (…)”…Así, sin más. Y tan pancho que se queda el articulista.
Como me he quedado más ojipláticamente conmocionado todavía – si es que cabe – por la tremenda falta de rigor en el articulo y en el articulista (no escribe ni el nombre de la publicación, ni la Revista publicadora), a través de ‘buscadores médicos especializados’ (no el gugle, no) por medio del nombre de autor de tan transcendente y “milagroso” descubrimiento (Dale E. Bredesen), me empapo de su trabajo titulado : “Reversal of cognitive decline: A novel therapeutic program”, publicado en Aging (Albany NY). 2014 Sep; 6(9): 707–717. Y me quedo más pasmado…¡grogui total!
Tal ensayo – por llamarle así – no hubiese pasado la criba desde el más minúsculo comienzo de lectura en una revisión ‘por pares’ medianamente serio y cabal. Pero es que ni eso, oiga, directamente a pasa a “Rechazo total e innegociable”. Por no tener, no tiene ni siquiera base estadística ni ítems que la contemple. Un puro cuento de niños, anecdótico hasta el frenesí. Y eso que el firmante, se conoce bien cómo se pueden manipular y moldear datos estadísticos a mayor gloria y aplauso de los autores. Alguien – no recuerdo quién- dijo que «La Estadística es “la puta “de las matemáticas», y no puedo estar más de acuerdo (a las pruebas recientes me puedo referir sobre las casas demoscópicas y la que han armado con las elecciones). Pero ¿qué menos que apoyar su trabajo con algo de ella en los diez (¡Diez!) sufrientes valorados? Hombre, por Dios…
Exponer aquí lo que viene a denominarse “Número de Pacientes Necesarios…” y escribir sobre “Riesgo Absoluto y Relativo” de una enfermedad con respecto al número de sufrientes necesarios para sacar alguna conclusión medio fiable, me parece baladí rozando lo cursilanga. No lo haré pues.
Lo que si voy a escribir – y bien alto aunque no se oiga – es que dar esperanzas de tratamiento “ transcendente y milagroso” a sufrientes y familiares afectos de tal enfermedad para que se quede en un simple’ nada que rascar’ , me parece el mayor Pecado que pueda cometerse. ¡El mayor!
Vamos que los “siete pecados capitales” juntos no le llegarían ni a la suela de la sandalia a éste.
Lejos de mi intención queda ser tendencioso, capcioso, injurioso y otras lindezas con el autor del artículo. Pero un tironcillo de orejas sí que le daría – cariñosamente y en pura camaradería – mientras le susurro en las mismas: “Anda hermoso, si no te importa mucho: cuando escribas sobre algo que no manejas, poensa un poco en lo que escribes…el daño producido con tu escrito puede ser desgarradoramente sustancioso”.
Que si, que vale. Que la cura definitiva para este mal podría descubrirse pronto. Y eso esperamos todos con impaciencia. Y del cáncer. Y de ELA. Y de… Pero hasta ahora, no hay visos de ello.
No pequemos pues. Que para templar el daño, consejo muda el prudente.
Nunca voy a entender como se puede jugar así con la esperanza de las personas y precisamente en esta ocasión con el alzheimer, creo que todos conocemos a muchas personas que lo padecen o han padecido y sus devastadoras consecuencias, es muy grave dar esperanzas, gravísimo darla a familiares que sufren la dureza de la enfermedad, pero sobre todo a las personas enfermas, yo como casi todos he conocido la primera fase, cuando el enfermo sabe lo que le está pasando y es terrible, si en este delicado momento lee algo así es de una crueldad inhumana…Tremendo que a medio subir una escalera (la de toda la vida) se pare la persona y diga que no entiende nada, se le ha olvidado subir o bajar…y a todo esto venir con milongas, milongas bananeras y muy dañinas…
Totalmente acorde con usted, Rosa. Y…mucho más allá.