El libro Santa Teresa en Malagón y en La Mancha, de fray Matías del Niño Jesús O.C.M. (Orden de los Carmelitas Descalzos), editado el 15 de octubre del año 1967, abunda en hechos que giran alrededor de la fundación del tercer monasterio en Malagón, recreando el viaje y caminos por los que transitó la Santa desde su salida de Medina del Campo en octubre de 1567, con dirección a Ávila, en compañía de Ana de los Ángeles a quien, la Santa, destinaba para priora en la futura casa de Malagón aunque, en la misma Ávila, tomó a Antonia del Espíritu Santo que era una de las cuatro que comenzaron la vida descalza en San José.
Tras días de profundas dudas y cavilaciones por la penuria del lugar en el que iba a fundar su convento, y el mismo aislamiento del pueblo, llegaron a Malagón diez días antes del domingo de Ramos que cayó aquel año, 1568, el 11 de Abril.
Doce años después, el 13 de febrero de 1580, Santa Teresa de Jesús partió de Malagón con dirección a Villanueva de la Jara para fundar el décimo tercer palomar, como escribe fray Matías, sintiendo, eso sí, dejar la villa manchega que tan bien le sentaba.
El viaje de Santa Teresa por tierras manchegas resultó un acontecimiento popular de primer orden porque, las gentes, salían en tropel allí por donde pasara la Santa.
Al llegar a La Roda, por ejemplo, salió la comunidad de los padres carmelitas descalzos de los que, diez, se unirían a ella para el viaje hasta Villanueva de la Jara en donde, ya en las proximidades, cuentan, salieron multitud de niños que con gran devoción se arrodillaban ante el carro de la Santa yendo, por delante de ella, hasta la iglesia entre el entusiasmo del vecindario con autoridades, clero y religiosos. Según la historia carmelitana, aunque la fama de santidad era muy grande en todas partes, en ninguna se le hizo un homenaje tan ruidoso y espléndido como en este viaje.
Así llegó Teresa de Jesús a fundar el convento, por insistencia del Concejo y del párroco de la época, el Doctor Agustín de Ervías, quienes querían satisfacer el deseo de nueve mujeres que vivían en la ermita de Santa Ana y buscaban adoptar la regla del Carmen.
Como nos cuenta la propia Santa Teresa de Jesús, en su “Libro de las Fundaciones”, capítulo 28, así se desarrolló su llegada hace cuatrocientos cuarenta y un años:
“Llegamos el domingo primero de la cuaresma, que era víspera de la Cátedra de San Pedro, día de San Barbaciani, año de 1580, a Villanueva de la Jara. Este mismo día se puso el Santísimo Sacramento en la iglesia de la gloriosa Santa Ana, a la hora de misa mayor. Saliéronnos a recibir todo el ayuntamiento y otros algunos con el doctor Ervías, y fuímonos a apear a la iglesia del pueblo, que estaba bien lejos de la de Santa Ana. Era tanta la alegría de todo el pueblo, que me hizo harta consolación ver con el contento que recibían la Orden de la sacratísima Virgen Señora nuestra. Desde lejos oíamos el repicar de las campanas. Entradas en la iglesia, comenzaron el Te Deum, un verso la capilla de canto de órgano, y otro el órgano. Acabado, tenían puesto el Santísimo Sacramento en unas andas y a nuestra Señora en otras, con cruces y pendones. Iba la procesión con harta autoridad. Nosotras, con nuestras capas blancas y velos delante del rostro, íbamos en mitad, cabe el Santísimo Sacramento, y junto a nosotras nuestros frailes Descalzos, que fueron hartos del monasterio, y los franciscos (que hay monasterio en el lugar, de San Francisco) iban allí, y un fraile dominico, que se halló en el lugar, que aunque era solo me dio contento ver allí aquel hábito. Como era lejos, había muchos altares…”.
Esa llegada a Villanueva de la Jara, tal y como ella misma cuenta, se representa el 15 de octubre aunque, dependiendo del día de la semana en que caiga, suele ser trasladado al fin de semana más próximo. A ver si ganamos la batalla al Coronavirus y, este año, podemos contemplar la representación en los dóas 16 y 17 del próximo octubre.
Entrevistamos a una de las 16 hermanas del Carmelo en Villanueva de la Jara. Tiene nombre, claro que sí, pero la clausura impone el anonimato y el interrogante de lo que no vemos. De lo que queda más allá de los muros en su mundo de ora et labora. De levantarse a las seis y media de la mañana e intentar cerrar los ojos a las once de la noche tras una jornada de rezos, lecturas y trabajos.
Entrevista
José Luis Muñoz Martínez