Desde que tuve el honor de conocerle personalmente –ni recuerdo ni quiero acordarme los años que hace- en la cadena SER, cuando un servidor era un colaborador de tal cadena y tenía un programa sobre Medicina (en vivo y en directo, como debe ser), no he cesado de seguir sus andanzas periodísticas.
Ya, ya sé que ahora es todo un Maestro para la mayoría de los que se afanan día a día (o solo aquellos días que les den algo por trabajo hecho y por caridad cristiana) escribir o locutar.
Pero ahora, antes en los tiempos a los que me refiero, no lo era tanto…no tanto. Es más, para muchos no dejaba de ser un normalucho periodista con ínfulas de grandeza inmerecida. Como se lo estoy escribiendo. Hoy es un dios. Para este seguro servidor, fue dios desde los comienzos. Nadie nace enseñado, pero este hombre – yo creo- pasó su internado enseñándose a sí mismo y amasando sus propias enseñanzas.
No hay día –de lunes a jueves, salvo imponderables- que no me espere a que salga su “voz de Iñaki” en El País, antes de hacer mis asuntos y deberes diarios y rutinarios.
Voz esplendorosa, convincente, asertiva. Hilación de ideas digna de la envidia más cochambrosa y cochina. Y vocabulario…vocabulario y terminología de la que hacen escuela y no quiere uno salir de ella ni siquiera al recreo.
¿El resto? Mediocridades rutinarias para este seguro servidor de todos ustedes.
Eso sí. La de cosas y vocablos que estoy aprendiendo últimamente, con tales mediocridades.
Y sin darme cuenta siquiera de mis nuevos conocimientos.
¡Así, como el que no quiere la cosa! Como si las hubiese empleado desde que tengo el ‘uso de razón’ aquel que tanto proclamaban los curas de entonces y que yo no veía ni sentía por ningún sitio…ni la razón, ni cómo coño se usaba la susodicha.
O sea, desde que tomé la primera comunión- que aún me acuerdo- vestido de ‘padre damián’, en el altar mayor de la catedral, yo solito ante la hostia porque había llegado tarde a mi Pueblo y no pude hacerla con el coro de angelitos querubines vestidos de marinero -en algunos casos hasta de almirante general de la mar océana-, (¡qué envidia más insana me sigue dando!). Con la ilusión que me hacía estar entre tanto coro celestial, limpitos todos de pecado acechador al más mínimo descuido, y no , como me pasó, siendo el objeto principal de toda mirada invitada a tan magno evento. Que si, que aun me acuerdo la vergüenza que pasé.
Ya no sé si tengo la Razón. Y mucho menos si la uso o no. Pero estos vocablos ya brotan de mi boca como si se trataran de palabrejas que toda la vida han acompañado mi largo devenir. También es de rigor escribir que, mucho aprender- mucho aprender, pero cuando me pongo a pensar en la abrumadora cantidad de palabrejas que suelto en toda disertación que tengo a bien soltar por la boca, no es que no me entere de lo que digo- que no me entero- es que…me abochorno de mi mismito.
¡Qué horror! Y todo, por no querer quedarme atrás en las nuevas tendencias de vocabulario demostrando así que yo también soy capaz de hablar como mandan los canones en boga. ¡Qué horror y qué Cruz!
Uno que pensaba que ya estaba preparado para acometer las más altas cotas de la elocuencia y la oratoria…, tras haberme empapado el Quijote- por aquello de no quedar mal ante la basca, y también, ¿por qué no escribirlo?, para aprobar la reválida de sexto, porque aguantar, lo que se dice aguantar, tal tochazo, va a ser que no; por mucho que se escandalicen los puristas de siempre…que me importa una o dos mingas- ; tras haber descubierto la verdadera poesía indispensable de Lorca; tras haber leído –por encima, eso sí – el “En busca del tiempo perdido” de un tal Proust en sus siete u ocho tomazos (que lo único que perdí es el tiempo mientras lo buscaba); y tras haberme endiñado en buena traducción –porque hay traducciones que pá qué- de la “Crítica de la Razón Pura – y la Práctica al mismo tiempo, ¡ya que me había puesto! -“de un tal Immanuel Kant, así como otras muchas lindezas literarias de inexcusable lectura por aquello de no quedar mal ante mis pares (…)
Después de todo eso, ahora resulta que solo con tal vocabulario aprendido (y aprehendido, ojito al dato) pues…me he quedado obsoleto hasta la extenuación.
Y paleto, muy paleto.
Más paleto que Cantinflas en el Congreso de los Diputados, dónde todo integrante del mismo, ‘limpia, brilla y da esplendor’ (…y fulgor betunero, dicho sea de paso) a la lengua castellana. Como es obvio y patente. Y, sobre todo, altamente palmario y comprobable día sí- día también…
(D. Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, a quien admiro y con quien sigo mondándome de risa e impregnándome de plena sabiduría, guste o no).
¿Pues no que, como no me sepa el significado–y pronuncie a la perfección- vocablos como “SORPASSO” o – qué sé yo – OFFSHORE, por poner los mínimos ejemplos, no soy nadie en las streets de mi neighborhood; es más, sí que lo soy pero en gentilicio mayor: un Don Nadie
¿Después de haberme endilgado enteritas todas las obras anteriormente citadas? ¡Anda ya por Dios y la corte celestial en pleno parlamentario!
Pues saben qué les digo, que ahorita mismo me largo, me hago un break mañanero, para have breakfast, café alone en el Careus, y me pongo a hacerme un walking to foot, con las nike blancas nuevas que acabo de purchased en el primemark, más chulas y cómodas que el señor páqué.
Y chimpum, oiga…y chimpum.
Tanto culturizar-tanto culturizar. Además, son vocablos tan fatuos y volátiles que, mañana…nadie va a saber ni qué significan ni para que caca los aprendió.
Hala, lo dicho…que mi walking me está gritando que empecemos yaaaa la hike, que se me está haciendo really late y no voy a poder cumplir mis daily targets.
Hasta otro rato, mis queridos lectores (y lectoras, que son más), que uno ya ha escuchado a mi loado Gabilondo. Devoción siento por él.
Francisco R. Breijo-Márquez
Uno, que se pensaba que dominaba casi el castellano…a un trís de sentirse orgulloso, pues ,cuando no es un día es el siguiente, sin fallar ni retrasarse,… ¡ ‘Zas’ !: una palabreja nueva. Total para olvidarla en un pís pás.
Para más colmo, estoy convencido que todos aquellas (no, no es un desliz) que saben pronunciarlas y escribirlas (la palabrejas, digo) a la perfección, van y ponen cientos de faltas de ortografía en su feisbuc. Por ejemplo.
Segurísimo casi estoy.