«Estamos en Mayo
el mes de Quiteria
y a cantarle vamos
a la virgen bella.
A la virgen bella
que es nuestra patrona
te queremos todos
por ser vencedora. […]». ( Estrofas de un Mayo compuesto por Mª de las Mercedes Pérez (1985))
Estos versos, estas primeras estrofas, no son una simple estructura de un poema. Son, en su esencia, el comienzo de un sentimiento que comienza a transmitirse desde la cuna. Llega el mes de mayo y los corazones de todos los quiterios comienzan a agitarse. No es otra cosa que las sonrisas nerviosas, el recuerdo de años anteriores, de familiares que llegarán con el primer repiqueteo de campana, la primera nota de trompeta, el primer sonido de tambor. Pero sobre todo, es memoria, recuerdos hacia aquellos que ya no están. No es otra cosa que la eterna espera para volver a reunirse con amigos que sólo Santa Quiteria es capaz de volver a reunir. No es otra cosa que los preparativos ante la celebración de la fiesta más importante del año para un quiterio.
Cuentan que Mayo es símbolo de primavera, de alegría, de colorido en los campos y buen tiempo en los corazones. Pero para un quiterio es algo más. Santa Quiteria supone la representación más pura y fiel de la pasión, y quién lo ha vivido en sus propias carnes lo sabe. Se embriaga sin quererlo del ambiente, del calor de sus gentes y el sentimiento de una fiesta que, desde hace años, es declarada de Interés Turístico Regional.
El jueves, conocido como Día de las Banderas, supone el momento en el que todos los corazones vibran desde primeras horas de la mañana. Ya se puede oler la suave brizna de la bebida típica de estas fiestas correteando por toda la casa, la limoná. Ya se colocan en orden de salida el pañuelo bordado, la camiseta serigrafiada con la imagen de la patrona de San Gil, los flecos nerviosos de la pañoleta y los repiqueteos de las castañuelas.
Porque llegada la medianoche, el pregón dará paso a las primeras notas de dulzaina y tamboril, a los primeros pasos del «galopeillo», y a la puesta de las banderas por toda la calle principal.
Ya están aquí. Han llegado. Miles de pensamientos, emociones y risas se cruzarán en nuestro camino en un pequeño barrio de un pequeño pueblo llamado Huete, donde cada rincón, aún siendo pequeño, será por unos días el más grande de nuestra vida.
Bienvenida, un año más, Santa Quiteria, la del Barrio de San Gil.
Por Alberto Martínez Bonilla