Lo que escribió don Antonio sobre «andar muchos caminos y abrir muchas veredas» tiene sus ventajas (las canas patilleras dan mucho discernimiento y una extensa intransigencia con las arbitrariedades), pero también sus inconvenientes (te hacen insumiso e inmanejable con cualquier tipo de abuso) , cosas ambas que nunca han estado muy bien vistas. Ni en estos tiempos, ni en ningún otro.
Salvo en el caso de que rindas sumisa e incondicional pleitesía a los petimetres –-oscuros gerifaltes escogidos a dedo — que creen mandar, puedes llegar a ‘comer marrones a porrillo’.
Como no seas el más contumaz de sus pelotilleros, seguro que los comes: te buscan, te acosan y te aplican las más soterradas torturas sin base sustentadora; anteponiendo siempre sus propias conveniencias a cualquier Verdad. Por aplastante que ésta fuere.
Tales lechuguinos suelen salir victoriosos por la abundancia de tiralevitas con los que se sostienen. Son victorias pírricas – vale – fugaces – vale también-, pero pueden hacer mucha pupa. Aunque por la espalda, en inextinguible pasilleo, tales sobadores les pongan cual hoja de perejil. Cosa ésta que detesto hasta el más profundo de mis tuétanos: ¡De frente y asumiendo toda consecuencia!
Un servidor ha paseado por todos los escalones del oficio que tuvo a bien escoger; desde residente limpiaprobetas hasta generalatos de brigada y división. En la Pública, en la Privada y en la de Enmedio. Pero siempre en ámbito de Hospital. Me faltaba uno. El sustentador del edificio; la fuerza de choque; la base, el soporte la excelencia: ¡la Atención Primaria!
Por mor de conocer tal paño en propias carnes; por afán de nuevas experiencias — a las soy adicto — y porque me venía dabuten volver al terruño en condiciones convenientes, decidí darme un garbeo por ella. Fue una triste quimera.
Llamé a una antigua alumna en la ribera del Charlie, directora gerente, o algo así de asuntos sobre mi oficio en estas tierras, preguntándole si habría un hueco en su abrevadero que me resultase amable. Necesito gente de tu pelaje con carácter inmediato- me respondió.
Como mi confianza en ella es absoluta y el acuerdo casi completo, hago las maletas y… ¡Eh, taxi!… al Logan por la estrit menos bullanguera, plis. Nueve horas en vuelo nocturno y… en Tecuatro/ Barajas. Desde allí, en lugar de irme al cielo, pongo rumbo al sudeste peninsular.
Cita concertada con la Doctora. Una cosita antes de rubricar, ¿qué es eso de Refuerzo?– pregunto a la Doctora, puesto que a uno le sonaba a chino el término. ¡Ah!, algo que le vendrá de perlas, según adivino de sus querencias– contesta ella. Son guardias de quince o veinticuatro horas/ semana — me sigue comentando. Nada,…lo que se dice coser y canturrear. Bien, vale, mientras se mantenga nuestro acuerdo laboral/pecuniario va que chuta – le digo.
Acuerdo total. Firmo, sello y… un contrato eventual en consonancia con mi solicitada excedencia – no podía ser ‘definido’ puesto que no sabía cómo me iba a resultar el percal –. Centro de Salud. Pueblo de seis mil almas y pico… ¡y allá que me planto!
El panorama es desolador. Paredes semejantes al color blanco, descascarilladas y repletas con papelujos pegados, colocados al albur de los interesados Dos sofás desportillados, de color indescriptible recubiertos con sabanas rotas. Seis personas en un cubículo de no más de 20 metros cuadrados. Mesa camilla con brasero, y cuatro o cinco cucarachas campando a sus anchas. Ganas irrefrenables de coger el portante y volver por dónde vine; pero aguanté el tipo, la palabra y la firma dada, cual caballero que se jacte de serlo.
Presentación a todos y cada uno de los presentes. Asumo el “mando” del quiosco y…a currar. Por el momento y salvo mejoras inadvertidas, nada que ver con el espíritu de Alma-Ata, pero «bien está, si acaba bien».
Un personal de enfermería, un celador (que hace de segurata, administrativo, lavavajillas y lo haga falta), un ambulanciero, las cucarachas y chimpum. La dotación material deja un montón que desear pero, burla burlando la cosa se va sacando.
El roto y el descosido son frecuentes y llevaderos. El acabose se produce cuando tienes que solicitar a la Caballería, con un general Cúster en vanguardia, porque ha surgido una pequeña hecatombe y no dispones de medios ni material para apañarla del todo. Buscas apoyo en el 061 (Gerencia con carácter coordinador, consultivo e informativo de incidencias, pero sin ningún poder Ejecutivo).
Si hay una incidencia por llamada directa a tal número, suena el teléfono del cubículo y… una voz aterciopelada, sutil, susurradora, solícita y servicial grita: “¡Ooooyeeee, que “tienes” que ir a este u otro sitio, pero yaaaa!” (Pizca más o menos).
Como es normal en estos casos y dada la sutileza de la demanda, uno responde a la anónima voz y en el tono educado y solícito de la par –sin gritos, eso sí-, solicitando amablemente que se identifique; que tenga a bien apearme el tuteo, si no es molestia, y que me haga un croquis del caso. La voz se torna más etérea si cabe e inmediatamente, y sin aviso previo, me pasa al directivo ¡de sopetón! Le comento mi necesidad al directivo -suelen ser más cordiales – y solicito una UVI móvil para traslado de la hecatombe dada mi precariedad de medios y la gravedad del evento.
Es entonces, cuando llega el Cúster de turno en toda su majestad -o así se presume el gachó-, vestido de lucecitas en parpadeo, envuelto de bocinas a todo trapo y todo rellenito de omnisciencia.
Si me viene y antes de poder comentarle las ‘menudencias’ de la destrozo, ya intenta “instruirme” sobre cosas del oficio con mucho tronío y procaz insolencia, acerca de lo que debí o no debí haber hecho con la criatura antes de molestarle con tan penoso viaje violando su plácida holganza, sin apenas ver el estado del cataclismo…suelo enfadarme un poquito, la verdad.
Ante las tontás presuntuosas que vomita, no me queda otra que decirle:
« ¡Ahí tienes el caso hermosura, aquí mis informes y cuanto antes te vayas, más paz dejarás! Si quieres aprender algo del oficio, me lo dices y, si te portas bien y te comes el potito, ya te hago un hueco en la facultad de donde no debiste haber salido aún, ¡mocetón!» . Que te has equivocado conmigo, machote. Que si otros ‘Médicos de Pueblo’ te consienten tales maneras, y asumen tu desprecio y arrogancia creyéndote más listo y versado en el oficio… conmigo la llevas peor, monín. ¡Hala! toma al sufriente, léete mis informes — puesto que ni hablar me ha permitido tu asquerosa petulancia — y lárgate con viento otoñal a tus dependencias cuanto antes; que es más que probable que se te esté — ya había uno transmitido la catástrofe a su “excelsa sabiduría” – muriendo a cachos. Como así fue, para desgracia, después de estar despotricando durante hora y media sin parar y sin salir camino a la salvación –léase hospital-.
Esto, poco más o menos, puede ocurrir con este tipo de tiparracos –una amplia minoría, gracias al Altísimo– que desprecian e infravaloran la sapiencia de un “Médico de Pueblo”, igual que ellos por cierto; esos que estaban (y están) siempre estudiando para apañar el roto, el descosido y lo que les venga ; esos que ni tienen sueño ni vigilia. Pero que cuidan al sufriente como si de sus entrañas hubiesen salido. Esos con los que uno no termina de aprender jamás.
Que esto- señorito/a Custer- se trata de coordinación y respeto mutuo. No de vasallaje, consentido y acoquinador. Que lo que debería quedarse en anécdota está tomando altos vuelos y crecida frecuencia.
No todos son así. Gracias a los dioses.
Pero los excelsos e incontestables “generales de caballería”- sin medallas que lucir -, que vayan tomando buena nota, porque –normalmente- perderán la batalla final.
Dado que el buen gusto, mediana educación y respeto… tiempo ha que los perdieron.
Buena nota deberían tomar los dirigentes a la sazón, que ni se enteran de estas pendencias. Se llamen Serrano, Ballesta, Echániz –si es que vuelve- , Fernandez Sanz – actual – o quien quiera Dios que tome el mando.
Así lo viví, así lo sufrí y así lo escribo.
Cualquier parecido con la Realidad de este escrito, es pura Realidad.
Como lo he escrito pero mucho más amplio.
Si realmente la Atención Primaria -de la que no dejaré jamás de aprender- fuera realmente la base y sustento del espíritu del Alma-Ata y ésta a su vez la filosofía de la Ley General de Sanidad española del 1986 – con Ernest Lluch en la cabeza- otro gallo mucho más bello cantaría.
En mi experiencia, los «medicos de pueblo» (llamados ahora ‘especialistas en medicina familiar y comunitaria’ son , en lo que uno conoce, de lo mejorcito a nivel mundial.
En España, para infortunio, no existe todavía la especialidad en Emergenciología (los del «cero» – como cotidianamente se dice, no son emergenciologos por tanto, si que son médicos de familia y…¡de los buenos!). Algo que algunos de ellos suelen olvidar.
Uno ha visto y oído en múltiples ocasiones que la Ley General de Sanidad de 1986 es la envidia de todo País civilizado (Pública, Gratuita, Universal, con la que se llenan la boca los políticos de distinta ideología) sería así – incluso mejor- si no fuera porque los refranes siempre hablan…»Te quiero mucho perrito pero…pan poquito».
Más ayudas a este gremio y menos bocachancladas.
Querido amigo, las casas, normalmente se empiezan por los cimientos y de ahí P´arriba. Tu has estado en el tejado (ático mas bien) de tu profesión y has ido abajo, al sótano. donde se esconden los cadáveres en las películas de asesinos en serie. Ahí, amigo, se esconden los errores (normalmente de otros), los cadáveres (siempre de otros) y las frustraciones (siempre de uno). El MÉDICO RURAL, DE PUEBLO o DE MONTAÑA, ese, si ese, el de los desvelos, el de los caminos enfangados, el de las 4 de la tarde o las de la madrugá… si ese solo entierra las frustraciones. Y ahí fuiste tú por voluntad propia. Amigo, esos puestos están para los que empiezan, donde no ven tanta miseria, y a veces a las cucarachas hasta las adiestran. Los Generales que los apabullan lo hacen porque se creen por encima del bien y del mal sabiendo el poco conocimiento de los que empiezan en este valle de lágrimas. Pero, hete ahí a uno que vino del ático a un puesto de MÉDICO DE FAMILIA y que le cae un Custer de estos de las lucecitas y el fonendo al cuello. Pobre Custer, pero que bien le ha venido, si es listo habrá sacado una lección de ello, pero me temo que solo sirvió para que se fuera diciendo «pero quien co.. se cree este medicucho» En fin, cosas veredes Sancho.
No lo dudo querido doctor…querido amigo. No albergo ninguna duda. Remarco eso que dices «se fue diciendo…pero quien coño (supongo que es el término que quieres decir) se cree ese medicucho…»
Como ya escribí en el documento, soy adicto a experiencias nuevas…pues ¡bien que aprendí de ésta!
Lo más patético…lo más…es que – tras arduas investigaciones- no deja de ser un ‘tiralevitas’ de aquellos gerifaltes con los que no trago y…¡sigue en su puesto de supuestísimo general cuando sólo es un chusquero!
Como te lo escribo…
Lo tuyo, querido amigo, de lo de las experiencias nuevas es como el chiste del que tenía puesto su pene en un yunque y le daba martillazos. Un amigo le pregunta ¿Y eso te gusta?, a lo que le responde: SI, cuando fallo.
No era de «ese tipo de experiencias» a las que me refería amigo doctor. No. Precisamente no.
Conocer la Atención Primaria en propias carnes ha sido muy gratificante, al tiempo que decepcionante (bipolar, vamos). Me han perseguido con contencioso administrativo por haber puesto firme a un supuesto General de chusquería barata.
¡Ea! Tuve que decirle aquello que tanto nos gusta (broma) a los dos: Usted no tiene ni idea de con quién está hablando. Y le ordené que abandonase el barco cuánto antes mejor.
Claro que, ahora me toca a mi. ¿No te parece?. Un abrazo.