Ya saben, pavor a los payasos tiene uno desde su más tierna madurez – o de vejez, que eso de la ‘madurez’ no acabo de entender qué significa-. En mi infancia no, no me daban miedo; tampoco era cosa para tirar cohetes la verdad, prefería a las trapecistas – en femenino -. ¡Dónde va a parar! Pero no me daban miedo, horror, pánico, espanto, terror -y cuantos apelativos quieran ustedes añadir-.
De un tiempo a esta parte sí. Y mucho.
Hasta hace muy poco, no me había puesto a pensar si antes sentía miedo de tanto payaso que me envuelve. Igual es que no me daba cuenta o no me interesaba hacerlo, no fuera a ser que yo perteneciese al gremio y sin darme por aludido. Que todo puede ser, y a veces lo es; sin paliativos que lo atenúen. Ni ganas de atenuación. Que si hay que ir al toro, pues que sea de frente, sin franelas protectoras, y que dios reparta la suerte. Sin largas cambiadas engañando ni al morlaco, ni al respetable. Ni a uno mismo, que es lo primordial. Asumiendo con gallardía las posibles volteretas y enganches, que la culpa no
siempre sea del ‘otro’ cuando algo nos salga mal.
Pues eso. Que a sabiendas de que uno no lleva ni nariz gorda encarnada, ni maquillajes en blanco y negro, ni sonrisas pintarrajeadas en cara de mala leche, reconozco mi horror por los payasos. Mi coulrofóbia extrema.
Bajo mi punto de vista hay payasos mayores y payasillos al paño de tres al cuarto y medio pelo.
Uno de los mayores, el mayor de todos a mi entender, es el que a más que seguro será (ya lo es) el representante de los “elefantes” a presidir el país más poderoso del globo. Poderoso en el aspecto que queramos comparar con el res
to. Tiene más que nadie de todo. Y, si algo les falta para completar el surtido, pues lo compran y listo. Como los refranes castellanos no fallan una –son de las pocas cosas que nunca mienten- se me viene a la cabeza uno que viene a decir «Tanto tienes, tanto vales». Así pues… ¡imaginen la valía del mismo!: Si Estados Unidos de América estornuda, el resto del mundo – llamado estúpidamente civilizado- tiembla mientras aplaude pelotilleramente lo lindo que ha estornudado. Y así seguirá siendo hasta que la caída de su imperio pueda estudiarse en primero de primaria. Donald Trump me asusta. Me da pavor. Él y toda su corte de asesores que inflan de soflamas nacionalistas todo su discurso.
Un servidor fue uno d
e los que proclamaban el famoso “no pasará” – ya no me atrevo a endosar la frase a nadie, con la de ‘falsas citas’ que andan por ahí sueltas e inventadas-. Me resultaba intelectualmente imposible que, un país poderoso y sensato, diese el mínimo pábulo a tal payaso ‘perdonavidas’. Pero, por lo que voy viendo, mi equívoco crece a pasos agigantados. Intento auto excusarme con que no ha tenido rivales de altura, pero las excusas nunca han evitado las desolaciones (verbigracia Hitler y su ascenso al poder democráticamente).
¡Donald Trump vencerá! Por mucho que lo minimicen los eternos e infalibles analistas político-socio-detodojuntoymás.
Y eso m
e da un pánico terrible, porque me puede salpicar. A mí y a la mayoría de ustedes, aviso a náufragos y navegantes. Resulta bochornoso que, un payaso a la grande como tal engendro, haya sido votado por más del 25 % de las ‘razas’ a las que va a masacrar. Pretende destruir todo aquello que su negro predecesor intentó levantar con la infantil cantinela de “Si, podemos”.
A la Clinton la veo muy confiada. Demasiado. Y la veo muy sobrada. Demasiado. Ojalá que me equivoque. Ojala que tenga que tirar de excusas.
Si. Me da pánico tal payaso mayor. Por lo que me pueda chapotear con sus decisiones. A Cameron también le da algo de yuyu. O debería.
El otro payaso mayor no es otro que el Nicolás Maduro ese, el que habla con los pajaricos y tiene muerta de hambre a su ge
nte, y en los altares a los poseedores de pistolas compinches. Si no miedo, si me da lástima. No él, ni decir tiene, pero si su gente. Aunque a este fantoche no me da la gana darle más bombo que el que él se hace y se encarga de acrecentarlo.
Dos payasos. Antitéticos. Letales. Aterradores.
No es que uno sea un artista haciendo vaticinios de política internacional. Lo que si soy es un experto en sufrir sus consecuencias. Como usted, probablemente.
De los payasos menores. De
los que rondan por estos lares, casi que mejor no mentarlos. Simples saltimbanquis, volatineros y trapecistas – con inmensa red que les proteja en su yerro – que les da igual cambiarse del roto al descosido –y vuelta a empezar- con tal de alcanzar sus metas. Tengan el color que tengan y planten ufanos en sus blasones y sus banderas. Piquitos de oro de la morería cagona que hasta se atre
ven a cantar por peteneras. Pero también me dan repeluz.
¡Qué le voy a hacer! Soy un coulrofóbico hasta las trancas.
Y te acosan de por vida azuzando el miedo, pescando en el río turbio del pecado y la virtud, vendiendo gato por liebre a costa de un credo , que fabrica platos rotos que acabas pagando tú.
Hay que seguirlas a ciegas y serles devoto. Creerles a pies juntillas y darles la razón: que: «El que no se quede quieto no sale en la foto…» «Quien se sale del rebaño, destierro y excomunión».
Si no fueran tan temibles nos darían risa. Si no fueran tan dañinos nos darían lástima.
Son el alma de la alarma, del recelo y del canguelo. Los chulapos del gazapo. Los macarras de la moral. (Profético maestro). Me dan pavor.
Dear american friends: Much careful with the «Elephant Trump». Remember to ‘Hitler’ and his destructive power! … with German votes.
Dear american friends: Much careful with the «Elephant Trump». Remember to ‘Hitler’ and his destructive power! … with German votes.
Me da miedo el elefante Trump. Ese no es un payaso, es más peligroso. Hitler estaba loco, y era peligroso. Este no está loco y por ello más peligroso. Mi payaso preferido era Charlie Rivel, me he reido con él hasta llorar. No me rio con los payasitos, esos no hacen gracia.Si EEUU estornuda, el mundo tiene gripe A con shock séptico. Si Trump fuera un payaso la cosa cambiaría, pero no lo es.
También me da un poco de canguelo, la verdad. Pero, saber que etnias maltratadas por el elefante rubiales van a votarle me hace corroborar mi cada vez más acusada misantropía. ¿Sólo gripe A, si estornuda? Y la que sea «de menester» con tal de quedar bien ante el emperador.